lunes, 24 de septiembre de 2012

A MI MADRE

Madre del alma, madre querida, 
Son tus natales, quiero cantar; 
Porque mi alma, de amor henchida, 
Aunque muy joven, nunca se olvida 
De la que vida me hubo de dar. 
Pasan los años, vuelan las horas
Que yo a tu lado no siento ir,
Por tus caricias arrobadoras
Y las miradas tan seductoras
Que hacen mi pecho fuerte latir.

A Dios yo pido constantemente
Para mis padres vida inmortal;
Porque es muy grato, sobre la frente
Sentir el roce de un beso ardiente
Que de otra boca nunca es igual.

_José Martí
1868

Este poema es una dedicatoria que Martí inscribió para su madre en esta fotografía con el traje de presidiario, con grillos al pie, cuando fue destinado a la I Brigada, con el número 113.

I BRIGADA - 113

Mírame, madre, y por tu amor no llores: 
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas, 
Tu mártir corazón llené de espinas, 
Piensa que nacen entre espinas flores. 

Presidio, 28 de agosto de 1870

¡MADRE MIA!

Mi madre: el débil resplandor te baña
De esta mísera luz con que me alumbro,
Y aquí desde mi lecho
Te miro, y no me extraña -
Si tú vives en mí - que venga estrecho
A mi gigante corazón mi pecho. 
El sueño esquivan ya los ojos míos, Porque fueran, si al sueño se cerraran, Ojos sin luz de Dios, ojos impíos. ¡Te miro ¡oh madre! y en la vida creo! ¿,Cómo cerrar al plácido descanso Los agitados ojos, si te veo?
Se me llenan de lágrimas. ¿,Es cierto Que vivo aún como los otros viven? ¿Que al placer de la vida no me he muerto? Lloro, ¡oh mi santa madre! ¡Yo creía Que por nada en el mundo lloraría! Los goces de la tierra despreciaba, Y lenta, lentamente me moría.
Yo no pensaba en ti: yo me olvidaba De que eras sola tú la vida mía. Tú estás aquí: la sombra de tu imagen, Cuando reposo, baña mi cabeza. ¡No más, no más tu santo amor ultrajen Pensamientos de bárbara fiereza! Una vida acabó: ¡mi vida empieza!
La luz alumbra ahora Tus ojos, y me miras. ¡Cuán dulcemente me hablas! Me parece Que todo ríe plácido a mi lado; Y es que mi alma, si me miras, crece, ¡ Y no hay nada después que me has mirado!
Huya el sueño de mí. ¡Cuán poco extraño Las horas estas que al descanso robo! ¡Oh! ¡Si siento la muerte, Es porque, muerto ya, no podré verte!
Ya vienen a través de mi ventana Vislumbres de la luz de la mañana. No trinan como allá los pajarillos, Ni aroman como allá las frescas flores, Ni escucho aquel cantar de los sencillos Cubanos y felices labradores. Ni hay aquel cielo azul que me enamora, Ni verdor en los árboles, ni brisa, Ni nada del edén que mi alma llora Y que quiero arrancar de tu sonrisa. Aquí no hay más que pavoroso duelo En todo aquello que en mi patria ríe, Negruzcas nubes en el pardo cielo, Y en todas partes, el eterno hielo, ¡Sin un rayo de sol con que te envíe La expresión inefable de mi anhelo!
Pero no temas, madre, que no tengo En mí esta nieve yo. Si la tuviera, Una mirada de tus dulces ojos Como un rayo de sol la deshiciera. ¿Nieve viviendo tú? Pedirme fuera Que en tu amor no creyese, ¡oh madre mía! Y si en él no creyera, La serie de las vidas viviría, Y como alma perdida vagaría, Y eterno loco en los espacios fuera. ¡Ámame, ámame siempre, madre mía!
-José Martí
30 de diciembre 1871
TOMADO DE:  http://www.perfildemujer.com/amimadre.htm


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