domingo, 26 de septiembre de 2010

Martí, ¿militar? Por: Delfín Leyva TOMADO DE : © 2008 TrincheraCubana.net al servicio de los periodistas independientes cubanos

 
Con mucho placer compartimos con los lectores de Trincheracubana.net estas Cápsulas Martianas, donde publicamos de forma sencilla y amena el verdadero pensamiento martiano.  Mediante hechos, anécdotas, pensamientos, vivencias de la vida productiva, patriótica y heroica de José Martí contribuimos modestamente, a mantener vigente el pensamiento de nuestro querido apóstol.
 
Agradecemos a todos los que lo deseen nos ayuden a divulgar estas cápsulas en su blog, páginas web o listas de amigos.
 
 
Martí, ¿militar?
 

Algunos amigos latinoamericanos, fieles lectores de estas Cápsulas Martianas me han preguntado: ¿cómo es posible que un periodista, escritor, poeta, catedrático, cónsul, literato, economista, abogado, hombre de gran educación, intelectual y fiel defensor de los derechos humanos y civiles pudo llegar a ser un militar para liberar a Cuba de los españoles?
 
En realidad Martí no fue militar, pero su gran amor por la patria lo obligó a convertirse en soldado por 38 días.
 
Veamos los hechos:
 
El 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes proclamó la independencia de Cuba, comenzando así lo que se conocería como la Guerra de los Diez Años.  Esta guerra terminó en 1878 sin conseguirse el triunfo esperado, después de 10 años de sangrientos combates donde, entre otros muchos más, se destacó el general Antonio Maceo, quien participó en 800 combates, al terminar la guerra su cuerpo tenía 22 cicatrices, y el dominicano, generalísimo Máximo Gómez, quien fue el más destacado estratega de esta guerra y el jefe supremo de la misma.
 
En 1879 estalla la guerra chiquita, dirigida por el holguinero, general Calixto García, la cual fue de poca duración.
 
Los generales y soldados de la Guerra de los Diez Años siguieron conspirando durante varios años, tratando de organizar nuevamente la guerra, pero no lograron obtener el respaldo necesario para enfrentarse al poderoso ejército español.
 
En 1884, Maceo y Gómez comienzan a organizar lo que llaman el “plan Gómez y Maceo”.  Por primera vez se entrevistan con José Martí, en octubre de 1884 en Nueva York.  Después de un intercambio de ideas, Martí percibe que está ante dos hombres muy honestos y patriotas, pero por sus condiciones de militares los encuentra autoritarios.  La reunión se prolonga y comienzan las discrepancias y es lógico, se trata de dos caudillos de la Guerra de los Diez Años y de un hombre civil que ni siquiera había tenido un arma en su poder.  Ante palabras fuertes del general Gómez, Martí se disgusta.  La reunión termina armoniosamente, pero al Martí despedirse, Maceo le dice a Gómez: Este hombre, general, va disgustado con nosotros.
 
Dos días después, Martí le escribe a Máximo Gómez y le expresa su temor al caudillismo y añade: “Mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra un régimen de despotismo personal que sería vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta... Un pueblo no se funda como un campamento.”  Esta carta hirió al general, Martí se separó de este plan y la relación entre ambos quedó lacerada.  Meses después, este proyecto fracasó.  Muchos de los participantes en la Guerra de los Diez Años criticaron a Martí por no respaldar el plan “Gómez y Maceo”.  Martí quedó muy decepcionado de este proceso porque fueron muchas las difamaciones que recibió, las cuales fueron publicadas en algunos periódicos.  Lo acusaban de no haber participado en la Guerra de los Diez Años, sin tener en consideración que sólo tenía 15 años cuando estalló la guerra y que a los 17 fue condenado a seis años de prisión, consiguiendo su padre, que por su estado de salud fuera indultado y desterrado a España el 15 de enero de 1871. 
 
Martí escribió a sus amigos lo desilusionado que estaba porque muchos no comprendían que no era conveniente que el poder militar estuviera por encima del civil.  También se refería a los ataques injustos de algunos compatriotas.
 
Transcurrieron unos años de menos beligerancia, Martí aún cuando estaba desanimado por la ruptura con Gómez y Maceo, a quienes apreciaba y admiraba por sus 10 largos años de lucha en la manigua cubana, continúa reuniéndose con los patriotas en Nueva York, donde reside por más de 14 años.  Se da a conocer, entre otras cosas, como crítico de arte, periodista, traductor y escritor.
 
Martí pronuncia un elocuente discurso en el Hardman Hall de Nueva York, el 10 de octubre de 1891, que logra entusiasmar a la multitud.  El auditorio quedó tan complacido que le llega una invitación de Tampa donde existe una gran colonia de cubanos, muchos de ellos tabaqueros.  Martí pronuncia un magistral discurso en el Liceo Cubano de Tampa, el 26 de noviembre de 1891.  Martí sabía que tenía que ganarse a un grupo de compatriotas que aún lo acusaban por el fracaso del plan “Gómez y Maceo”. 
 
Comienza el fogoso orador: “Para Cuba, que sufre, la primera palabra.  De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella.”
 
El tema central del conmovedor discurso fue “Con todos y para el bien de todos”.  Al otro día, el 27, pronuncia en el mismo lugar su conocido discurso “Los pinos nuevos, con lo que se consagra como la nueva esperanza de la libertad de Cuba”.  El éxito de su presentación en Tampa llega rápido a los exiliados de Cayo Hueso y lo invitan para escucharlo el 26 de diciembre.  José Martí llega a Cayo Hueso enfermo de bronco-laringitis, y subido en una silla en el Hotel Duval House, pronuncia un breve discurso.  El Dr. Eligio Plama, quien atiende a Martí le obliga a guardar cama y sin estar restablecido completamente el 3 de enero de 1892, pronuncia un patriótico discurso en el Círculo Cubano de San Carlos.  Al otro día visita las distintas fábricas de tabaco, donde trabajan obreros cubanos.  En todas pronuncia discursos que enardecen a los cubanos.  Martí consigue que Tampa y Cayo Hueso respalden los estatutos del Partido Revolucionario Cubano que será el motor que impulse el comienzo de la nueva Guerra de Liberación.
 
El 14 de marzo de 1892, Martí funda el periódico Patria, el que comienza publicándose todos los sábados y donde el apóstol da a conocer sus ideas sobre la lucha armada y el futuro gobierno cubano.
 
El 10 de abril, todas las emigraciones cubanas y puertorriqueñas endosan al Partido Revolucionario Cubano y eligen a José Martí como su delegado.
 
Una vez Martí obtiene el apoyo de los cubanos de Nueva York, Tampa, Cayo Hueso y muchos en Cuba, Martí sabe que su próximo paso es conseguir el respaldo de los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo.  Está consciente que sin el apoyo de estos dos héroes del 68, su plan fracasará.
 
Martí le escribe a Máximo Gómez y a Maceo.  El 13 de septiembre, se entrevista con Máximo Gómez en la finca de éste en la Reforma, Santo Domingo.  El encuentro fue muy emotivo, ambos se abrazan y se olvidan las diferencias.  Gómez se compromete a unirse a la lucha.  De Santo Domingo pasa Martí a Haití y de ahí a Jamaica, donde consigue el apoyo de los cubanos.  Visita cerca de Kingston a la madre de Antonio Maceo, Mariana Grajales y a la esposa del general, quien se encuentra en Costa Rica y también ha prometido unirse a la lucha.
 
Los años 1893 y 1894 son de un trabajo inmenso para el apóstol, logró que los tabaqueros cubanos de Tampa y Cayo Hueso cooperaran con un día de salario a la semana para comprar armas y preparar el inicio de la nueva guerra.  Viajó por varios pueblos de Estados Unidos, México, Costa Rica, Panamá y Jamaica.
 
A finales de 1894 todo está listo para llevar la guerra libertadora a Cuba.  Todo ha sido perfectamente organizado.  Martí pone en acción el plan “Fernandina”, tres barcos participarán, el “Baracoa”, el “Amadis” y el “Lagonda”.  Los tres barcos participarán como expediciones simultáneas y deben desembarcar a la misma vez por tres zonas distintas.
 
El comienzo del año 1895 es desastroso.  Una denuncia del ministro de España en Washington, logra que se descubra el “plan de la Fernandina” y los tres barcos quedan detenidos.
 
La primera reacción de Martí es de desesperación; tres años de constante empeño y acción febril han fracasado súbitamente, pero pronto su espíritu, que no se amilana ante la adversidad, recobra serenidad y brío.  El 19 de enero, Martí escribe una carta a Antonio Maceo que indica el cambio que ha sufrido su estado de ánimo.
 
Desde la casa amiga, donde sólo aguardo la decisión del gobierno sobre nuestro cargamento para recomenzar inmediatamente, y sin pérdida de ayuda ni respeto, nuestra campaña, le escribo, con más fe que pesar, para darle rápida cuenta de la contrariedad, que, de mano de un cobarde, ha venido a pararnos el brazo...
... Se ha perdido el viaje triple del “Lagonda”, el “Amadis” y el “Baracoa”... pero no se ha perdido, por fortuna, el respeto al cubano.  La magnitud de la empresa, sobre la cual ni usted ni yo perdemos tiempo de hombre en lamentarnos, parece haber pasmado a los cubanos más mezquinos e incrédulos... No veamos a lo pasado.  Usted tendrá un momento de pena, y sonreirá.  ¿O me he engañado en ese pecho de hermano?... ¡A la mar otra vez; y con mayor esperanza!
 
Martí se reúne con los integrantes del Partido Revolucionario Cubano y deciden iniciar el levantamiento en armas en Cuba.  El acuerdo llega a la patria mediante una persona que lo esconde dentro de un tabaco, el cual fue fabricado con este fin.  Martí está contento.  Por fin llega el momento de demostrarle a sus detractores que él también tiene el mismo valor de los héroes de la guerra de 1868.  El 6 de febrero, viaja a Cabo Haitiano, continúa su viaje a Montecristi, donde se reúne con el general Máximo Gómez y suscriben el “Manifiesto de Montecristi”, donde Martí define la doctrina de la revolución.
 
Martí y Máximo Gómez, junto a tres personas más, logran salir de la playa de Montecristi en Santo Domingo, y luego de varios inconvenientes, logran pisar tierra cubana el 11 de abril, en Playita, Costa de Baracoa.  Martí está muy contento ¡ya es un soldado de la patria!
 
Gómez se reúne en una cañada con los expedicionarios y le pide a Martí espere por ellos.  Media hora después regresan y el general Gómez le informa a Martí que además de reconocerle su condición de delegado, el ejército libertador, por su jefe, lo ha designado con el grado de Mayor General.  “¡De un abrazo, igualaba mi pobre vida a sus diez años”, diría jubiloso Martí.
 
El 5 de mayo de 1895, se encuentran en la finca “La Mejorana”, los tres grandes de lo que se llamó la guerra del 1895.  Sería la primera y última vez que dentro de Cuba se reunirían Martí, Gómez y Maceo.
 
Maceo y Gómez deseaban una junta de los generales con mando, por sus representantes, y una secretaria general.  Martí insiste en un gobierno civil, dejando al ejército su libertad en la responsabilidad de la guerra.  Discuten otros temas y al final Gómez, sabiendo el valor moral de Martí, que había sido el único capaz de unirlos a todos y hacer realidad el constituir de nuevo el ejército libertador, ejerció su autoridad máxima y respaldó a Martí en su preocupación fundamental.
 
El 19 de mayo de 1895, el apóstol había hecho 25 jornadas desde Playita a Dos Ríos; 392 km rendidos a pie, por entre los más agrestes parajes de Cuba: 25 campamentos levantados en el término de 38 días, desde el 11 de abril al 19 de mayo.
 
Ese día, advertido de la presencia de una columna española, el general Gómez con su tropa sale al encuentro y ordena a Martí que se mantenga retirado del peligro y nombra a Ángel de la Guardia para que lo acompañe.  Martí deja que Gómez se aleje y no acata la orden, se monta en su caballo y se va a todo galope a enfrentarse al enemigo, recibiendo varios disparos que terminaron con su vida.  Murió como él había querido “de cara al sol”.  “Para mí ya es hora”.  El camino estaba señalado y los heroicos mambises continuaron la lucha y Cuba fue libre por la organización y sabiduría de la “Guerra Necesaria” que había organizado el más grande de todos los cubanos.
 
Delfín Leyva
REGIMEN
DE SANGRE
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