sábado, 28 de enero de 2012

José Martí, Gabriela Mistral, Juan Montalvo POR: Gastón Baquero TOMADO DE: http://neoclubpress.com/opinion/cronicas-de-gaston-baquero/2949-jose-marti-gabriela-mistral-juan-montalvo.html

José Martí, Gabriela Mistral, Juan Montalvo


  • PDF
El 28 de enero trae a hombros la visita de José Martí al corazón del cubano. Es una visita que ilumina la casa. Alegra el alma. Repone en las alacenas del espíritu esperanza y fe.

Uno se ha hecho demasiado obediente a la advertencia del poeta: "I said to my soul, be still, and wait without hope, for hope would be hope for the wrong thing" (Eliot). Pero la recarga de esperanza que inyecta en el espíritu y en la inteligencia la visita del ángel es de un género de esperanza sobrehumana. Como la esperanza que trajo entre sus manos el Salvador un día de diciembre.

Hay, además, para mirar este otro nacimiento desde la ventana de los astros, que Martí nació el mismo día que Mozart, si ajustamos horarios y paralelos: entre la noche del 27 y la mañana del 28 es tan tenue la frontera que no se exagera al ver a los nacidos en ese espacio bañados por la misma luz astral, descolgándose de la misma estrella sobre la tierra. Mozart tenía idéntica la vivacidad con Martí. Martí era una sinfonía de Mozart.

Este año la llegada de Martí viene acompañada, como custodiada en homenaje de conmilitones del lenguaje a su maestro y jefe, por las hercúleas presencias de Juan Montalvo y de Gabriela Mistral. Unir esos tres nombres --Martí, Gabriela, Montalvo-- es como ponerse ante los ojos la montaña más alta del idioma. ¡Cómo suena y resuena la palabra dominada a coro por estos tres amos y señores de un lenguaje, es decir, de una toma de posesión del universo!

Hay una demostración palpable de la independencia de Hispanoamérica, de la independencia real y verdadera, que no es la política, sino la posesión propia del mundo en que se ha nacido mediante la palabra. Por la palabra poseemos, dice Heidegger. La palabra funda. Adán era mudo mientras vivió en el paraíso, territorio que habitaba pero no le pertenecía. Al mudarse de vivienda, y para no dejarlo a la intemperie, el Señor le dio el instrumental, el arma, el báculo de la palabra. Le entregó la llave del mundo.

Esa demostración que digo es la siguiente: tómense tres textos, nada más que tres: el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos, de José Martí, el Buscapié de Montalvo, y la prosa de Gabriela sobre La lengua de Martí, y léanse en este orden: Montalvo, Gabriela, Martí, y se tendrá  la misma visión que nos da el sol al mediodía, o la resonancia del viento sobre la cima de una cordillera. Los tres estilos construyen el órgano soñado por Juan Sebastián Bach. Órgano y flauta para que cante y llore, medite y ría la gente americana. Ellos son los señores, los conquistadores, los monarcas de la palabra.

Gabriela fue la última en llegar, porque nació en el año mismo de la muerte de Montalvo en el exilio de París, y a sólo seis años de la muerte del otro maestro de exiliados, Martí. Hay que ver lo que esta madraza sin hijos de la carne se conmovía contemplando a sus dos arcángeles, y saboreándoles las prosas, quiero decir, las almas, como una madre hechizada por los gorgoritos de su hijo en la cuna.

La actitud de Gabriela ante Martí es la de un peregrino sediento al llegar junto a la fuente. Y cuando deseó tomar una página de Montalvo para dar lección a la gente americana --al pueblerío, decía ella--, se detuvo ante la maravillosa oración del ambateño por el maíz. Afina Gabriela el oído y oye a Don Juan, en París, cantar las excelsitudes de grano totémico de América. Para Montalvo, el trigo y el arroz son aristócratas,  extranjeros; el maíz es pueblo, pueblo puro de América. "El trigo y el arroz, dice Montalvo, son monarquistas; tú eres republicano, hijo del Nuevo Mundo". Y pesca Gabriela en la prosa aborrascada la perla o piropo magno que le echa Montalvo al maíz: "Si sólido, carne de faisán; si líquido, vino de Burdeos". ¡Pero si esto es puro Martí! Como cuando ella dice: "Anoche dormí como abrazada a los cogollos del mundo". O describe al Taita Vasco diciendo: "Era un licenciado, un varón de finas manos, y se volvía, por amor a sus indios dóciles, un artesano que pulía el guaje, que conocía los tintes y decoraba como un obrero chino; se tornaba carpintero en otro pueblo y enseñaba a hacer instrumentos músicos, guitarras y violines sensibles". ¡Así ponía Martí los adjetivos, así describía Martí un personaje! Martí dibuja como Rafael, Montalvo lo hace como Rembrandt, Gabriela traza a la manera de Durero.

Martí, Gabriela, Montalvo. Con este trío se puede cantar la Santa Cecilia de Haydn o desgranar El Archiduque de Ludovico. Gabriela es el piano, Martí el violín, Montalvo el cello. Buena música para alimentar la esperanza, para quitarle acíbar a la espera.

Una primera versión de este artículo apareció en 1989. Cortesía El Blog de Montaner

miércoles, 25 de enero de 2012

Krausismo

Karl Christian Friedrich Krause en su lecho de muerte.
El krausismo es una doctrina que defiende la tolerancia académica y la libertad de cátedra frente al dogmatismo. Debe su nombre al pensador postkantiano alemán Karl Christian Friedrich Krause (1781-1832). Esta filosofía tuvo gran difusión en España donde alcanzó su máximo desarrollo práctico, gracias a la obra de su gran divulgador, Julián Sanz del Río y a la Institución Libre de Enseñanza dirigida por Francisco Giner de los Ríos, además de la contribución de un gran jurista como Federico de Castro.
El krausismo se funda en una conciliación entre el teísmo y el panteísmo, según la cual Dios, sin ser el mundo ni estar fuera de él, lo contiene en sí y de él trasciende. Dicha concepción se denomina Panenteísmo.

Contenido

 [ocultar

[editar] El krausismo español

Artículo principal: Krausismo español
Alrededor del año 1840 un grupo de juristas españoles y entre ellos Julián Sanz del Río buscan una doctrina política que dentro del liberalismo inicie el proceso regenerador que necesita el país y contenga en sí un elemento espiritual que no se encuentra en la formulación doctrinaria del liberalismo entonces en boga. Lo encontraron cuando Ruperto Navarro Zamorano, miembro del grupo de amigos de Sanz del Río, tradujo en 1841 el Curso de Derecho Natural, o Filosofía del Derecho de Heinrich Ahrens publicado en París en 1837, donde expone que el fundamento del Derecho consiste en la "condicionalidad": el conjunto de las condiciones exteriores de que depende el destino racional del hombre y la humanidad que ha de desarrollarse sistemáticamente como un orden universal de piedad, abnegación y altruismo. Esta filosofía se resume en la fórmula del "racionalismo armónico" o "panenteísmo" y en la obra de Krause Ideal de humanidad para la vida (1811).
Las implicaciones pedagógicas de la filosofía krausista obligan a poner en contacto directo al alumno con la naturaleza y con cualquier objeto de conocimiento (de ahí la importancia de las clases experimentales y de las excursiones), así como a establecer un gradualismo desde los gérmenes de cada disciplina de conocimiento hasta la suma complicación e interconexión de los niveles superiores. Por otra parte, es fundamental en el krausismo la laicidad y la creencia antidogmática en un dios ajeno a reglamentaciones de ningún tipo.
Si bien Krause tuvo fieles seguidores en Bélgica, en Holanda y en Latinoamérica, fue en España donde se aplicó y ejerció un influjo duradero en la vida artística e intelectual entre 1868 y 1936, fecha en que la Guerra Civil dispersó a sus miembros más destacados fundamentalmente en Hispanoamérica. Entre estos cabe citar a María Dolores Gómez Molleda, Pablo de Azcárate, Elías Díaz, Julio Caro Baroja, Eloy Terrón, Franco Díaz de Cerio, José Luis Abellán, Joaquín Xirau, Juan López Morillas y Alberto Jiménez Fraud.1

[editar] El krausismo en Hispanoamérica

Debido al idioma común, ciertos hispanoamericanos fueron exiliados a España donde se pusieron en contacto con las doctrinas de Krause. El caso más directo fue el del puertorriqueño Eugenio María de Hostos quien estudió con Sanz del Río y cuya novela La peregrinación de Bayoán está totalmente imbuida con una filosofía unitaria del organismo social. Otro caribeño, José Martí, fue exiliado a la península a raíz de escribir cartas contra el régimen transatlántico. Después de seis meses de labor dura pudo estudiar derecho cuando también se puso en contacto con las doctrinas de Krause. Los dos formulan una especie de liberalismo krausista donde el individuo actúe para la mejora de la sociedad. Hostos, por ejemplo, pregona la liberación de la mujer, pero no como un derecho humano, sino porque representaría un bien para el organismo social.
Más tarde figuras de la estirpe de Hipólito Yrigoyen, José Batlle y Ordóñez, Alfonso Reyes, José Enrique Rodó, Alejandro Deústua, Arturo Umberto Illia y Alejandro Korn apropiarían la doctrina ya en América o todavía en sus viajes por Europa. Reyes, por ejemplo, dio conferencias en la Residencia de Estudiantes en Madrid, y Rodó comenzó a palpar el krausismo mediante su larga relación epistolar con Leopoldo Alas. En Rodó el krausismo fomenta una preocupación estética.

[editar] Véase también

[editar] Referencias

  1. Ensayistas.org «El krausismo español» Consultado el 29 de abril de 2010

[editar] Bibliografía general sobre el krausismo

  • López Morillas, Juan. El krausismo español: Perfil de una aventura intelectual. (1956).
  • Jiménez García, Antonio. El krausismo y la Institución Libre de Enseñanza. (1985).
  • Gil Cremades, Juan José. El reformismo español: Krausismo, escuela histórica, neotomismo. (1969).
  • Lipp, Solomon. Francisco Giner de los Ríos (1985).
  • León Esteban, León. “El krausismo en España: teoría y circunstancia”. Historia de la educación 4 (ene-dic 1985), pp. 97–117.

[editar] Bibliografía sobre el krausismo en América

  • Arturo Ardao, Espiritualismo y positivismo en el Uruguay: Filosofías universitarias de la segunda mitad del siglo XIX (1950).
  • José Luis Gómez Martínez, “Pensamiento hispanoamericano: el caso del krausismo”, Actas del II Seminario de Historia de la Filosofía Española, ed. Antonio Heredia Soriano (1982), pp. 155-172.
  • Fundación Friedrich Ebert, Instituto Fe y Secularidad, El krausismo y su influencia en América Latina (1989).
  • José Luis Gómez Martínez, “Pensamiento hispanoamericano: el caso del krausismo”, Actas del II Seminario de Historia de la Filosofía Española, ed. Antonio Heredia Soriano (1982), pp. 155-172.
  • Arturo Andrés Roig, Los krausistas argentinos (1969).
  • O. Carlos Stoetzer, Karl Christian Friedrich Krause and his influence in the Hispanic World. (1998) (ISBN 3-412-13597-6)
  • Thomas Ward, La teoría literaria: romanticismo, krausismo y modernismo ante la globalización industrial (2004).

[editar] Enlaces externos

Ver las calificaciones de la página
Evalúa este artículo
Confiable
Objetivo
Completo
Bien escrito

sábado, 21 de enero de 2012

NUESTRO APÓSTOL, JOSÉ MARTÍ, SE SINTIÓ INFLUENCIADO POR EL IDEARIO TEOSÓFICO, VARIAS CITAS LO COMPRUEBAN, A CONTINUACIÓN TRANSCRIBIMOS UNA SÍNTESIS DE LOS POSTULADOS TEOSÓFICOS

Sabes lo que es la Teosofía?

Sabes lo que es la Teosofía? By: ymabel Date: Martes 24 de Mar, 2009, 16:25:36
La teosofía (del griego θεός, "dios", y σοφία, "sabiduría") es una doctrina esotérica, cuyo movimiento es el teosofismo, que sostiene que todas las religiones constituyen intentos del hombre de acercarse a lo divino y que, en consecuencia, cada religión posee una porción de la verdad universal o, dicho de otro modo, todas abordan los mismos hechos, aunque cada una utilice un prisma cultural e histórico propio.

Para sus promotores, la teosofía es el estudio comparado de religiones, filosofías y ciencias, buscando lo que haya en ellas de Sabiduría Divina (Teosofía). El movimiento teosófico moderno fue impulsado por Helena Blavatsky que junto con Henry Steel Olcott, William Quan Judge, y otros, fundó la la Sociedad Teosófica en 1875. Constituye un movimiento de origen cristiano y esotérico, occidental, influido por el budismo y directamente relacionado con los movimientos espiritistas de finales del siglo XIX y las diversas sectas gnósticas y rosacruces. La influencia de la teosofía es claramente visible en buena parte de los movimientos englobados en la Nueva Era, como por ejemplo la metafísica cristiana de Conny Méndez y demás corrientes relacionadas con las doctrinas orientalistas sobre maestros ascendidos.

Una definición más formal del Concise Oxford Dictionary describe la teosofía como:

Una de las varias filosofías que profesan alcanzar el conocimiento de Dios a través del éxtasis espiritual, intuición directa, o relaciones individuales especiales, en particular un movimiento moderno que sigue las enseñanzas hindúes y budistas y que busca la fraternidad universal.

Fundamentos  El cuerpo fundamental de la teosofía es la obra de H.P.Blavatsky La doctrina secreta, de extensión considerable. Consta de un texto presuntamente revelado, Las Estancias de Dzyan, y un comentario minucioso al mismo, en el que la autora va aportando material comparativo de fuentes religiosas varias (bíblicas, mesopotámicas, orientales, etc.).

En 1983 el tibetólogo David Reigle relacionó a las Estancias de Dzyan con los secretos libros de Kiu-Te que en la actualidad han sido "positivamente identificados" y que los estudiosos de fines del siglo XIX también atribuían a la imaginación de Helena Blavatsky. (The Books of Kiu-te, Wizards Bookshelf, 1983)

A diferencia de otros movimientos catalogados de forma similar, las obras de Blavatsky no tienen un corpus rígido, sino que se presentan como la síntesis final y evolución lógica de cuantos movimientos religiosos y ocultistas han existido a lo largo de la historia. Su pretensión es explicar la evolución cósmica, planetaria y humana, fundiendo en un todo armonioso la religión, ciencia y mitología.

Los seguidores de la teosofía mantienen que hay un cuerpo de verdad que constituye la base de todas las religiones. La teosofía, afirman, representa una visión moderna del Sanatana Dharma, "la Eterna Verdad", como la correcta religión del hombre. La Teosofía Cristiana es un término usado para designar el conocimiento de Dios y de Jesús obtenido a través de la intuición directa de la esencia Divina.

Los cinco símbolos más destacados en el sello de la Sociedad Teosófica son Los dos triángulos entrelazados,el Ankh, la La esvástica invertida, el Ouroboros, y encima del sello está el Aum o palabra sagrada. Alrededor están escritas estas palabras: No hay religión más elevada que la verdad


La teosofía en España   La Teosofía apareció en España a fines del siglo XIX de la mano de Francisco Montoliú y José Xifré, quienes tradujeron varias de sus obras, difundiéndolas a través de las publicaciones Sophia y El Loto Blanco. El movimiento teosófico ibérico tuvo su centro operativo en la ciudad de Barcelona, con el apoyo de la editorial de Ramón Maynadé, teósofo convencido, que contaba con el apoyo del gran traductor Federico Climent Terrer.

Posteriormente, H.P. Blavatsky tuvo en España, un difusor infatigable, el "teósofo y ateneísta" Mario Roso de Luna. Hay referencias a la teosofía en varias obras de Valle-Inclán, como Claves líricas, La lámpara maravillosa y Luces de bohemia. En ellas se puede apreciar cómo la actitud del autor evoluciona de un interés inicial sincero a una descarada burla de sus ilusiones juveniles.


 La teosofía en México  La Teosofía en México apareció en el año de 1906 y se conformó un centro de estudios, culminando con la fundación de la Logia Aura, siendo esta la Logia madre y veterana de la Sección Mexicana, se dependía de la Sección Cubana. Transcurrían los años de 1908 y 1909, años en los que vino a México un teosófo eminente cuya actitud y labor extraordinarias contribuyeron mucho al conocimiento y difusión de la teosofía en nuestro país; fue don Emilio Calvariac, francés de origen y acaudalado hombre de negocios que por tener importantes intereses en México, viajaba constantemente. Era una persona sumamente sencilla y culta que se había educado e instruido en las mejores escuelas y universidades de su patria, y era además muy versado en teosofía. Le distinguía un marcado espíritu de servicio; cada vez que llegaba procedente de su país traía consigo un voluminoso bagaje de libros sobre literatura teosófica que distribuía gratuitamente a las personas que entraban en contacto con él, fueran conocidas o extrañas.

La llamada Decena Trágica iniciada el 9 de febrero de 1913, hizo que muchos de los habitantes de la Ciudad de México permanecieran dentro de sus hogares hasta principios de 1914. Al no poderse seguir reuniendo, algunos de los teósofos, se trasladaron al puerto de Veracruz en 1915, encontrándose ahí con personas que se reunían a estudiar y comentar sobre teosófia, por tal motivo la Logia Aura fue trasladada a dicho puerto con el beneplácito de las personas que ahí se reunían; contando con numerosos miembros se procedió a formar otra logia, llevando el nombre de Apolonio de Tiana. Una vez cumplidos los requisitos correpondientes se procedió a remitir toda la documentación a la Secretaría General de la Sección Cubana de la cual dependían las ramas de nuestro país. Así quedó constituida dicha rama en el año de 1915.

Habiéndose restaurado la calma en la Ciudad de México, los miembros que habían emigrado al puerto de Veracruz, regresan a su ciudad natal y a reintegrarse a la rama Aura. Con el tiempo se fundan las ramas Mercurio y Teocitlali. En ese periódo se constituyeron en Mérida (Yucatán) las ramas Mayab y Zamná. En la ciudad de México siendo muy numerosa la concurrencia a conferencias que disertaban personas cultas y talentosas, se forma la rama Sirio. Contando ya con siete ramas, que es el número requerido para solicitar patente constitutiva de la Sección, miembros relevantes y arduos trabajadores, procedieron a realizar las gestiones respectivas para cumplir con todas las formalidades y trámites reglamentarios; todo esto por conducto de la Sección Cubana, y una vez obtenida la venia de la Sede Mundial de la Sociedad Teosófica en Adyar, India (ahora Chennai), el 12 de noviembre de 1919 se declaró constituida la “Sección Mexicana de la Sociedad Teosófica”, siendo su primer Secretario General el licenciado Agustín Garza Galindo, respaldado por un grupo entusista y desinteresado de servidores. Así continuaron surgiendo ramas en diferentes partes del país. Se establecieron relaciones cordiales y fraternas tanto con la sede internacional como con las ramas del país. Más tarde el señor Adolfo de la Peña Gil, se hace cargo de la Secretaría General, efectuando una ardua labor no menor que los anteriores miembros habían llevado a cabo. En el lapso de 1920 a 1950, se contó con las honrosas visitas de personalidades prominentes como los señores C. Jinarajadasa, Jiddu Krishnamurti, Sri Ram, John Coats y la actual presidenta Inernacional, señora Radha Burnier.

El 22 de mayo del año de 1953 queda constituida en la ciudad de Puebla la rama Alfa, siendo sus fundadores el general Rafael Cancino Palacios, Refugio Zamora de Cancino, Antonieta Fortul de García, Domingo García, Aurelio Samaniego, Ramón Pujol, Jorge Murad, doctor Felipe Murad y Murad, siendo éste último, la única persona que actualmente vive y que funge como miembro vitalicio. Aunados a la rama Alfa, ha surgido la rama Helena Petrovna Blavatsky. Se ha contado con el apoyo de los dirigentes de la Casa de Cultura en Puebla a través de 20 años para la exposición de temas relacionados tanto en el aspecto científico, filosófico y religioso.


 La Teosofía en Latinoamérica En Centroamérica y Sudamérica, el movimiento teosófico vivió una época de esplendor en la primera mitad del siglo XX, donde diversos intelectuales y artistas se identificaron con las enseñanzas de Helena Blavatsky. Las principales personalidades influidas por las doctrina de la Teosofía en América fueron: Leopoldo Lugones, Augusto Sandino, Joaquín Torres García, Rubén Darío, Gabriela Mistral, José Ingenieros, José Martí, Amado Nervo, entre otros.

http://es.wikipedia.org/wiki/Teosof%C3%ADa

Re: Sabes lo que es la Teosofía? By: simpatico Date: Martes 24 de Mar, 2009, 16:29:48
Gracias por el aporte, super interesante  Aplauso Aplauso Aplauso

Re: Sabes lo que es la Teosofía? By: JEm Date: Martes 24 de Mar, 2009, 16:45:24
Las principales personalidades influidas por las doctrina de la Teosofía en América fueron: Leopoldo Lugones, Augusto Sandino, Joaquín Torres García, Rubén Darío, Gabriela Mistral, José Ingenieros, José Martí, Amado Nervo, entre otros.

http://es.wikipedia.org/wiki/Teosof%C3%ADa

 
La oradora humanitaria, Annie Besant
¨Annie Besant ha venido de Inglaterra, con su elocuencia ardiente y
sus canas jóvenes, a mantener los dogmas teosóficos: el espíritu es
una mina de hechos: hay que descubrir y clasificar los hechos del
espíritu: hechos del espíritu, científicos como cualesquiera otros, son
todos los del hipnotismo y el mesmerismo, los sueños y la clarividen
cia, el genio y el poder de transferir el pensamiento, todo lo que está
en los libros de Sínnett y en “La Doctrina Secreta” de la gran sacer-
dotisa que se les acaba de morir, la rusa Blavatsky.
Al hombre se le ha de criar la divinidad que trae en sí: lo animal del
hombre, que nos es lo más conocido de él, no triunfará al fin sobre lo
divino del hombre, menos conocido: la mente puede entrar en lo
espiritual más allá de lo que ha entrado¨
José Martí —El Partido Liberal. New York. 17 Dic. 1891
OBRAS COMPLETAS DE JOSÉ MARTÍ VOLUMEN 12

viernes, 20 de enero de 2012

José Martí

De Wikiquote, la colección libre de citas y frases célebres.
José Martí (28 de enero de 1853 - 19 de mayo de 1895). Político, periodista, filósofo y poeta Cubano.
El único autógrafo digno de un hombre es el que deja escrito con sus obras.
José Martí

[editar] Citas

  • "Es la hora del recuento y de la marcha unida y hemos de andar, en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes"
  • "El amor, Madre, a la Patria, no es el amor ridículo a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestras plantas" ("Abdala")
  • "Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro"
  • "Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra."
  • "... Amor cuerdo, no es amor..."
  • "Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad."
  • "Buscamos la solidaridad no como un fin sino como un medio encaminado a lograr que nuestra América cumpla su misión universal."
  • "El arma es para herir, y la palabra para curar las heridas".
  • "El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital; es la armonía, la conciliación, el acercamiento común de uno y del otro."
  • "El que tiene un derecho no obtiene el de violar el ajeno para mantener el suyo."
  • "El único autógrafo digno de un hombre es el que deja escrito con sus obras."
  • "El verso, por donde quiera que se quiebre, ha de dar luz y perfume."
  • "Ella por volverlo a ver corrió a verlo al mirador. El volvió... con su mujer. Ella se murió de amor."
  • "Hacer es la mejor manera de decir."
  • "Haga cada uno su parte de deber, y nada podrá vencernos."
  • "Haga hombres, quien quiera hacer pueblos"
  • "Hay un solo niño bello en el mundo y cada madre lo tiene."
  • "Juntarse esta es la palabra del mundo"
  • "La fama es un mito inútil".
  • "La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes."
  • "La ignorancia mata a los pueblos".
  • "La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía."
  • "La libertad no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente manchada de sangre."
  • "La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus males es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura."
  • "La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida."
  • "La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla."
  • "Las verdades elementales caben en el ala de un colibrí."
  • "Lo pasado es la raíz de lo presente. Ha de saberse lo que fue, porque lo que fue está en lo que es".
  • "Los bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a la violencia nada construyen, porque sus simientes son de odio."
  • "Los hombres son como los astros, que unos dan luz de sí y otros brillan con la que reciben."
  • "Ni hay para labios dulces, copa amarga."
  • "Para ir adelante de los demás, se necesita ver más que ellos."
  • "Patria es humanidad."
  • "Pueblo que se somete, perece".
  • "Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender."
  • "Ser culto para ser libre"
  • "Solamente un pueblo culto puede ser veramente libre."
  • "Sólo el amor engendra melodías."
  • "Sólo las sorpresas de la guerra pueden subir un hombre inculto al poder."
  • "También a un gran hombre lo puede exasperar una miserable mosca."*
  • "Toda la Gloria del Mundo cabe en un grano de maíz..."
  • "Todo está dicho ya; pero las cosas, cada vez que son sinceras, son nuevas."
  • "Todo hombre verdadero debe sentir en su mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de otro hombre."
  • "Vale más un minuto de pie que una vida de rodillas."
  • "Ver con calma un crimen es cometerlo."
  • "Yo quiero unir mi destino al de los pobres del mundo."
  • "Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: 'Con todos y para el bien de todos'."
  • "La crítica es el ejercicio del criterio: destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos"
  • "En política, lo único verdadero, es lo que no se ve".
  • "Nuestro vino es ácido, pero es nuestro vino."
  • "la Patria es ara, no pedestal"
  • "Sin Patria, pero sin amo"
  • "...y todo como el diamante antes que luz, es carbón..."
  • "Toda madre debiera llamarse Maravilla."
  • "...los brazos de las madres son cestos floridos."
  • "(...) El color tiene límites,la palabra: labios, la música: cielo. Lo verdadero es lo que no termina y la música está perpetuamente palpitando en el espacio."
  • "La música es la más bella forma de lo bello."
  • "Para los niños trabajamos, porque ellos son los que saben querer, porque ellos son la esperanza del mundo."
  • "Raro don es la justicia. Todo hombre tiene un poco de león, y quiere para sí en la vida la parte del león. Se queja de la opresión ajena; pero apenas puede oprimir, oprime. Clama contra el monopolio ajeno; pero apenas puede monopolizar, monopoliza: No en balde, cuando el libro de los hebreos quería dar nombre a un varón admirable lo llamaba "un justo". (Obras Completas, t. 9 p. 479.)
  • "Educar es elevar al hombre al nivel de su tiempo"
  • "Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz."
  • "Dígase Hombre y ya se han dicho todos los derechos"
  • "De América soy hijo y a ella me debo"
  • "El hombre necesita sufrir. Cuando no tiene pesares reales los crea. Los pesares lo purifican y lo preparan" (Adúltera, 1883)
  • "No son inútiles la verdad y la ternura" (última carta a su madre el 25 de marzo de 1895)
  • "Sin alteza de ideas nadie espere el respeto común."
  • "El primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo"
  • Logo Wikisource Wikisource alberga textos de José Martí.

miércoles, 18 de enero de 2012

Nuestra América [Ensayo: Texto completo] José Martí TOMADO DE: http://www.ciudadseva.com/textos/otros/nuestra.htm

Nuestra América
[Ensayo: Texto completo]
José Martí
Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.
No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.
A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre?, ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra propia? ¡Estos "increíbles" del honor, que lo arrastran por el suelo extranjero, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y relamiéndose, arrastraban las erres!
Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.
Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.
En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con la mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages: porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.
Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, venimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república en hombros de los indios. Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de Centro América contra España al general de España. Con los hábitos monárquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur. Cuando los dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió riendas. Y como el heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso que el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que dirigir, después de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes, exóticos o ambiciosos; como los poderes arrollados en la arremetida épica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que había izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza, en los pueblos de pierna desnuda y casaca de París, la bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la práctica continua de la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las colonias resistía la organización democrática de la República, o las capitales de corbatín dejaban en el zaguán al campo de bota-de-potro, o los redentores bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.
Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros -de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen- por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.
Pero "estos países se salvarán", como anunció Rivadavia el argentino, el que pecó de finura en tiempos crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en el país que se ganó con lanzón se puede echar el lanzón atrás, porque se enoja, y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide "a que le hagan emperador al rubio". Estos países se salvarán, porque, con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real.
Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. La juventud angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. "¿Cómo somos?" se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución a Danzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera. El general sujeta en la marcha la caballería al paso de los infantes. O si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el enemigo la caballería. Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los oradores empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las academias discuten temas viables. La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de idea. Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indio.
De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una bomba de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña. Y como los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles; como la hora del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio de lo más puro de su sangre, la América del Norte, o el que pudieran lanzarla sus masas vengativas y sórdidas, la tradición de conquista y el interés de un caudillo hábil, no está tan cercana aún a los ojos del más espantadizo, que no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con que se la pudiera encarar y desviarla; como su decoro de república pone a la América del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.
No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas.  Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos la vía de las repúblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Zemí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!

-La Revista Ilustrada de Nueva York - 10 de enero de l891
-El partido liberal - México - 30 de enero de 1891

sábado, 14 de enero de 2012

Escenas de Estados Unidos Oscar Wilde José Martí TOMADO DE: http://www.damisela.com/literatura/pais/cuba/autores/marti/usa/1882_01_07.htm

José Martí - Oscar Wilde - Estados Unidos.

José Martí
 La Edad de Oro
 Ismaelillo
 Versos Sencillos
 Versos Libres
 Versos
 Crónicas y Ensayos
 Discursos
 Epistolario
 Presidio Político
 Críticas y Comentarios

Escenas - Estados Unidos
Academia Nacional de Dibujo
Año Nuevo en Nueva York
Caminadores
Centenario de Washington
Día de Gracias
El Museo Metropolitano
Hijas del Rey
La Exhibición de Flores
Oscar Wilde
Pascuas en Nueva York


José Martí
Oscar Wilde
Escenas de Estados Unidos

Esta escena fue redactada por José Martí el 7 de enero de 1882 en Nueva York y enviada a “La Opinión Nacional” donde se publicó el 21 de enero de 1882.



Ya toca a su remate el proceso del asesino; ya han negado a sus defensores permiso para poner peritos nuevos al formidable cortejo de peritos que le han venido declarando cuerdo en estos días; ya se prepara el defensor a resumir los hechos, y a aprovechar los testimonios en que cimenta su defensa; ya tienen concertada los acusadores la terrible respuesta que ha de seguirle; ya se aguardan cosas dolientísimas, y escenas de monstruo; ya se acerca el día en que han de publicar su veredicto los jurados.

Con los primeros días del año, llegó a Nueva York, a bordo de uno de esos vapores babilónicos, que parecen casas reales sobre el mar, un hombre joven y fornido, de elegante apostura, de enérgico rostro, de abundante cabello castaño, que se escapa de su gorra de piel sobre el Ulster recio que ampara del frío su robusto cuerpo. Tiene los ojos azules, como dando idea del cielo que ama, y lleva corbata azul, y sin ver que no está bien en las corbatas el color que está bien en los ojos. Son nuestros tiempos de corbata negra. Este joven lampiño, cuyo maxilar inferior, en señal de fuerza de voluntad, sobresale vigorosamente, es Oscar Wilde, el poeta joven de Inglaterra, el burlado y loado apóstol del Estetismo.

¿Quién no ha visto ese cuaderno de caricaturas que se publica cada semana en Londres, y en cuya carátula ríe maliciosamente, cercado de trasgos, bichos y duendes, un viejillo vestido de polichinela? Ese es el Punch, y Du Maurier es el dibujante poderoso que le da ahora vida. Cuánto acaece, allí es mofado. Toda figura que en toda parte de la tierra se señala, allí es desfigurada y vestida de circo. Va el Punch detrás de los hombres, con un manojo de látigos que rematan en cascabeles. Publica sus caricaturas por series, como los cuadros de Hogarth, y familiariza a su público con sus víctimas. Londres ríe hace meses por el poeta Postlethwaite, que es el nombre, ya famoso de un lado y otro del Atlántico, que el Punch ha dado a Oscar Wilde. Postlethwaite es una lánguida persona que abomina la vida, como cosa democrática, y pide a la luz su gama de colores, a las ondas su escala de sonidos, a la tierra apariencia y hazañas celestiales. Todo disgusta al descontentadizo Postlethwaite. Cuanto hacen los hombres, le parece cosa ruin. De puro desdeñar los hábitos humanos, va tan delgado, que parece céfiro. Postlethwaite quiere que sea toda la tierra un acorde de armoniosa lira. Estos parlamentos de los hombres de ahora le mueven a desdén, y quiere para la vida empleo espiritual, y para los vestidos colores tenues y análogos, de modo que el fieltro del sombrero no desdiga del cuero de las botas, y sea todo melancólico azul o pálido verde. Postlethwaite es ya persona célebre y toda Inglaterra y todos los Estados Unidos aplauden hoy una ópera bufa de un poeta inglés en que se cuentan los melodiosos y alados amores del tenue bardo mustio.

Con tanta hazaña movió Du Maurier su lápiz tajante, que cuando publico al cabo Oscar Wilde, jefe del movimiento artístico así satirizado su volumen de versos, no veían los lectores en sus arrogantes y límpidas estrofas más que aquella ridícula figura, que pasea con aire absorto por la tierra su mano alzada al cielo, como coloqueando con las brisas, y su nariz husmeante, en que cabalgan colosales gafas. Ahí está, en luz y sombra el movimiento estético. Mantiene este hombre joven que los ingleses tallan sus dioses en carbón de piedra y huye a Italia, en busca de dioses tallados en mármol; y va a Roma, por ver si halla consuelo en los alcázares católicos su espíritu sofocado por el humo de las fábricas; más vuelve al fin desconsolado a las islas nobles que le dieron cuna, y lo fueron en otro tiempo de la grandeza y la caballería, e invita a su alma a que salga de aquella vil casa de tráfico, donde se venden a martillo la sabiduría y la referencia, y donde, entre los que exageran el poder de Dios y los que se lo arrebatan, no tiene espacio el espíritu para soñar en su mejora y en las nobles artes. Quiere el movimiento estético, a juzgar por lo que de él va revelado y lo que muestra el libro de versos de Oscar Wilde, que el hombre se dé más al cultivo de lo que tiene de divino, y menos al cultivo de lo que le sobra de humano. Quiere que el trabajo sea alimento, y no modo enfermizo y agitado de ganar fortuna. Quiere que vaya la vida encaminada, más a hacer oro para la mente, que para las arcas. Quiere, por la pesquisa tenaz de la belleza en todo lo que existe, hallar la verdad suma, que está en toda obra en que la naturaleza se revela. Quiere que por el aborrecimiento de la fealdad se llegue al aborrecimiento del crimen. Quiere que el arte sea un culto, para que lo sea la virtud. Quiere que los ojos de la mente y los del rostro vean siempre en torno suyo, seres armónicos y bellos. Quiere renovar en Inglaterra la enseñanza griega. Y cae al fin en arrogancia y fraseo de escuela. Y dice que quiere hallar el secreto de la vida.

Hay en estos Estados Unidos, a la par que un ansia ávida de mejoramiento artístico, un espíritu de mofa que se place en escarnecer, como en venganza de su actual inferioridad, a toda persona o acontecimiento que demande su juicio, y dé en sus manos, y pasa en eso lo que en las ciudades de segundo orden con los dramas aplaudidos en las capitales, que solo por venir sancionados de la gran ciudad son recibidos en la provincia con mohines y desdenes, como para denotar mayor cultura y más exquisito gusto que el de los críticos metropolitanos. En esta dependencia de Europa viven los Estados Unidos en letras y artes: y como rico nuevo a quien nada parece bien para aderezar su mesa, y alhajar su casa, hacen profesión de desdeñosos y descontentadizos, y censuran con aires magistrales aquello mismo que envidian y se dan prisa a copiar.

¿Qué suerte aguarda, pues, al joven poeta que viene a esta tierra a propagar desde la plataforma del lector su dogma estético, y a poner en escena una tragedia de argumento ruso que por respetos internacionales no ha podido ser representada en Londres? No bien piso muelles de Nueva York el bardo inglés, a quien estiman los jueces serenos, dotado de ingenua fuerza poética, que se verá entera cuando haya pasado para el bardo joven el forzoso período de imitación, imitación de Keats y Swinburne, en que anda ahora; ya los periodistas sacaron a luz al lánguido Postlethwaite, y ya echan a nadar por plazas y calles, más ganosos de cebarse en lo alto que capaces de acatarlo, a esa criatura del sangriento Punch, a ese poeta famélico de cielo y agostado, a ese trovador que tañe en los aires enfermos una lira doliente e invisible.

Pero Oscar Wilde volverá a Europa. No volverán, en cambio, sino que harán casa en las entrañas de los bosques, o arrancarán una fortuna al seno de las minas, o morirán en la labor esos cuatrocientos cuarenta mil inmigrantes, que Europa, más sobrada de hijos que de beneficios, ha enviado este año a las tierras de América. Manadas, no grupos de pasajeros, parecen cuando llegan. Son el ejército de la paz. Tienen derecho a la vida. Su pie es ancho y necesitan tierra grande. En su pueblo cae nieve, y no tienen con que comprar pan y vino. El hombre ama la libertad, aunque no sepa que la ama y viene empujado de ella y huyendo de donde no la hay, cuando aquí viene. Esa estatua gigantesca que la República Francesa da en prenda de amistad a la República Americana no debiera, con la antorcha colosal en su mano levantada, alumbrar a los hombres, sino mirar de frente a Europa, con los brazos abiertos. He aquí el secreto de la prosperidad de los Estados Unidos: han abierto los brazos. Luchan los hombres por pan y por derecho, que es otro género de pan; y aquí hallan uno y otro, y ya no luchan. No bien abunda el trigo en los graneros, o el goce de sí propio halaga al hombre, la inmigración afloja, o cesa; más cuando los brazos robustos se fatigan de no hallar empleo, -que nada fatiga tanto como el reposo-, o cuando la avaricia o el miedo de los grandes trastorna a los pueblos, la inmigración como marea creciente, hincha sus olas en Europa y las envía a América. Y hay razas avarientas que son las del Norte, cuya hambre formidable necesita pueblos vírgenes. Y hay razas fieles, que son las del Sur, cuyos hijos no hallan que caliente más sol que el sol patrio, ni anhelan más riqueza que la naranja de oro y la azucena blanca que se cría en el jardín de sus abuelos: y quieren más su choza en su terruño que palacio en tierra ajena. De los pueblos del Norte vienen a los Estados Unidos ejércitos de trabajadores: ni su instinto los invita a no mudar de suelo, ni el propio les ofrece campo ni paz bastante. Ciento noventa mil alemanes han venido este año a América: ¿qué han de hacer en Alemania, donde es el porvenir del hombre pobre ser pedestal de fusil, y coraza del dueño del Imperio? Y prefieren ser soldados de sí mismos, a serlos del Emperador. De Irlanda, como los irlandeses esperan ahora tener patria, han venido en este año menos inmigrantes que en los anteriores. La especie humana ama el sacrificio glorioso. Todos los reyes pierden sus ejércitos: jamás la libertad perderá el suyo: -de las islas inglesas solo han buscado hogar americano este año, ciento quince mil viajeros. Francia, que enamora a sus hijos, no ha perdido de éstos más que cuatro mil, que son en su mayor parte artesanos de pueblos, que no osan rivalizar con los de la ciudad, ni gustan de quedarse en las aldeas, y vienen, movidos del espíritu inquieto de los Francos, a luchar con rivales que juzgan menos temibles que los propios. Italia, cuyas grandes amarguras no le han dejado tiempo para enseñar a sus campesinos el buen trabajo rudo, han acrecido con trece mil de sus perezosos y labriegos, la población americana. Suiza, que no tiene en sus comarcas breves, faena que dar a sus vivaces y honrados hijos, no ha mandado menos de once mil a estas playas nuevas. De Escandinavia, a cuyos donceles de cabellos rojos no tienen los desconsolados nativos riquezas de la tierra que ofrecer, porque es su tierra tan pobre como hermosa, llegaron a Nueva York cincuenta mil hombres fornidos, laboriosos y honrados. Nueve mil llegaron de la mísera Bohemia, más en fuga del trabajo que en su busca: y nueve mil de Rusia, de cuyas ciudades huyen los hebreos azotados y acorralados. Y los áridos pueblos de la entrada del Báltico han enviado a estas comarca de bosques opulentos diez y seis mil neerlandeses. Y como vienen, hacinados en esos vapores criminales! No los llaman por nombres sino los cuentan por cabeza, como a los brutos en los llanos. A un lado y otro del globo, del lóbrego vientre de los buques, se alzan jaulas de hierros construidas en camadas superpuestas, subdivididas en lechos nauseabundos, a los que sube por una escalerilla vertical, entre cantares obscenos y voces de ebrios, la mísera mujer cubierta de hijos que viene a América traída del hambre, o del amor al esposo que no ha vuelto. Les dan a comer manjares fétidos, les dan a beber agua mal oliente. Como a riqueza a que no tienen derecho, los sacan en majadas a respirar algunos instantes sobre la cubierta del buque el aire fresco. No se concibe como reclusión semejante no los mueve al crimen! ¿Dónde está la piedad, que no está donde padecen los desgraciados?

Y ellos llegan contentos como los hebreos que acompañaban a Moisés. Vienen a la tierra de los gigantescos racimos de uvas. Vienen a los ríos, que arrastran oro, y a las selvas que no se secan. Los unos empuñan la hoz, y se van en cuadrillas por los campos a hacer trabajos de labriegos. Hácense los italianos de unas cuantas naranjas y limones y pastas de azúcar, y alzan en un rincón de Nueva York una frágil barraca. Los alemanes son hombres de ciencia y de comercio. No hay relojeros como los suizos. Ni gentes más honestas que los belgas. No hay trabajo recio y mezquino que no hagan con buena voluntad los hombres de Irlanda, ni sirvienta que no sea irlandesa. Ni hay modo de ir por las calles sin dar con esos hombres de rostro áspero y huesoso, nariz corta y empinada, ojos malignos y breves, maxilares gruesos, labios belfudos y afeitados, y barbilla ruin que les cerca, como un halo, el rostro. Son inmigrantes de Irlanda. Llenan las minas de California, llenan las fábricas de Nueva York. Ellos elaboran la cerveza y ellos la beben. De su tenacidad e industria se aprovechan los yankees, que los mofan, y en verdad no hay fiesta que sea más de reír que un día de San Patricio, patrón de Irlanda, en que enfilan en las calles de Nueva York los irlandeses, que andan ese día la ciudad en procesión copiosa, acicalados con las mejores prendas de su baúl de lujo, que son sombreros altos de olvidadas modas, o levitas gruesas que van diciendo en sus indómitas arrugas el excesivo cuidado con que las ven sus dueños, que ostentan en ese día los colores patrios, en una banda verde, que les cruza sobre el chaleco de grandes ramazones el orgulloso pecho. Y en prestados corceles hacen de generales, con sombreros plumados, mofletudos cerveceros. Más es también verdad que cuando yacen en la cárcel de Kilnainham, en la oprimida Irlanda, los bravos caudillos que intentan arrebatar a los voraces propietarios ingleses las tierras de cuyo señorío culpablemente abusan para que las goce en su precio justo, los infelices nativos, -estos Patricios y estos Jaimes no vuelven los ojos de su viejo pueblo en desventura, y apartan de sus haberes y salarios grandes sumas que ayudan a mantener viva en Irlanda la sabia rebelión pacifica que organizaron los caudillos presos. ¡Suelen los hombres tener manos rudas y espíritus blandos! Yo estrecho con gozo toda mano callosa.

¡Ahora acaba de huir la vida de una mano que ha arrancado muchos secretos a la naturaleza!

Fue también mano inglesa, y sostuvo una de las plumas más investigadoras y elocuentes de su tiempo. Fijo la faz humana en el cristal y vio, como si fuese de cristal, en el cuerpo humano. El profesor Draper, ha muerto. Nació en Inglaterra y vivió en los Estados Unidos. Sus obras están traducidas al francés, al italiano, al alemán, al polaco y al ruso: ¡una apenas está traducida al castellano!: "Los Conflictos entre la Ciencia y la Religión". Escribía como el inglés Burke, como Herbert Spencer, como Stuart Mill. Bajo su frase se sentía el hecho en que la fundaba. No preconcebía sistemas, ni laboraba ofuscado por ellos. Su oficio era buscar verdades, y revelarlas. Este siglo prepara la filosofía que ha de establecer el siglo que viene. Este es el siglo del detalle: el que viene será el siglo de síntesis. Draper fue uno de los grandes preparadores. No alcanzan los obreros empeñados en una parte de la obra toda la grandeza y maravilla del conjunto, por lo que no son los que fabrican un edificio los que han de juzgarlo, sino los que huelgan después por sus salones espaciosos, y los ven acabados y lo gozan. ¡Qué estudiante neoyorkino, u hombre de ciencia americana, u extranjero respetuoso, no había visto a Draper! Su frente era saliente y adoselada como la del poeta Bryant, y la del naturalista Darwin. Daba envidia su frente, a la que los pensamientos habían empujado, a manera de solio, sobre el rostro. Invitaba a llamar a ella con respeto y a evocar las riquezas que encerraba. Fluía de sus labios espesos la palabra grave. Brillaba en sus ojos, cobijados por cejas tupidas, sus "Pensamientos sobre la Política Civil de América", que son guía de estadista, ni su "Filosofía Natural", que quiere que no se niegue lo visible, ni se le imponga lo desconocido; ni sus "Conflictos entre la Ciencia y la Religión", que es una obra formidable y precisa, que movió tormenta y consagro la fama del anciano.

¡Cómo nos avergonzamos ante esos cíclopes, nosotros los que hacemos grandes méritos de tal o cual librillo mendicante! ¡Cómo nos afligimos de vivir, como vivimos todos los americanos montados en nuestro caballo de batalla! Y ¡qué bueno fuera dejar de una vez los arreos de batallar, y luego de volver del campo de labor, escribir en la mesa de pino del hogar cosas graves y ciertas, aprendidas en la experiencia provechosa de horas reposadas! ¡Qué maravillas no sacaríamos de nuestras mentes, dados a pensar en lo maravilloso! ¡Nuestros libros serían rayos de sol! ¡Y ahora nos vamos, llenos todos de heridas, con nuestros libros inescritos a la tumba!



Oscar Wilde en las Crónicas y Ensayos de José Martí


José Martí
| Obras Literarias | Breve Cronología | Bibliografía |
| Escenas - Estados Unidos |

| Literatura Cubana | Autores Cubanos |
| Literatura Hispanoamericana |
| Detalles de nuestra literatura | Damisela.com |


Gracias por visitarnos


Última Revisión: 15 de Septiembre del 2007
Todos los Derechos Reservados

Copyright © 2007 by Mariano Jimenez II and Mariano G. Jiménez and its licensors
All rights reserved