sábado, 28 de enero de 2012

José Martí, Gabriela Mistral, Juan Montalvo POR: Gastón Baquero TOMADO DE: http://neoclubpress.com/opinion/cronicas-de-gaston-baquero/2949-jose-marti-gabriela-mistral-juan-montalvo.html

José Martí, Gabriela Mistral, Juan Montalvo


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El 28 de enero trae a hombros la visita de José Martí al corazón del cubano. Es una visita que ilumina la casa. Alegra el alma. Repone en las alacenas del espíritu esperanza y fe.

Uno se ha hecho demasiado obediente a la advertencia del poeta: "I said to my soul, be still, and wait without hope, for hope would be hope for the wrong thing" (Eliot). Pero la recarga de esperanza que inyecta en el espíritu y en la inteligencia la visita del ángel es de un género de esperanza sobrehumana. Como la esperanza que trajo entre sus manos el Salvador un día de diciembre.

Hay, además, para mirar este otro nacimiento desde la ventana de los astros, que Martí nació el mismo día que Mozart, si ajustamos horarios y paralelos: entre la noche del 27 y la mañana del 28 es tan tenue la frontera que no se exagera al ver a los nacidos en ese espacio bañados por la misma luz astral, descolgándose de la misma estrella sobre la tierra. Mozart tenía idéntica la vivacidad con Martí. Martí era una sinfonía de Mozart.

Este año la llegada de Martí viene acompañada, como custodiada en homenaje de conmilitones del lenguaje a su maestro y jefe, por las hercúleas presencias de Juan Montalvo y de Gabriela Mistral. Unir esos tres nombres --Martí, Gabriela, Montalvo-- es como ponerse ante los ojos la montaña más alta del idioma. ¡Cómo suena y resuena la palabra dominada a coro por estos tres amos y señores de un lenguaje, es decir, de una toma de posesión del universo!

Hay una demostración palpable de la independencia de Hispanoamérica, de la independencia real y verdadera, que no es la política, sino la posesión propia del mundo en que se ha nacido mediante la palabra. Por la palabra poseemos, dice Heidegger. La palabra funda. Adán era mudo mientras vivió en el paraíso, territorio que habitaba pero no le pertenecía. Al mudarse de vivienda, y para no dejarlo a la intemperie, el Señor le dio el instrumental, el arma, el báculo de la palabra. Le entregó la llave del mundo.

Esa demostración que digo es la siguiente: tómense tres textos, nada más que tres: el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos, de José Martí, el Buscapié de Montalvo, y la prosa de Gabriela sobre La lengua de Martí, y léanse en este orden: Montalvo, Gabriela, Martí, y se tendrá  la misma visión que nos da el sol al mediodía, o la resonancia del viento sobre la cima de una cordillera. Los tres estilos construyen el órgano soñado por Juan Sebastián Bach. Órgano y flauta para que cante y llore, medite y ría la gente americana. Ellos son los señores, los conquistadores, los monarcas de la palabra.

Gabriela fue la última en llegar, porque nació en el año mismo de la muerte de Montalvo en el exilio de París, y a sólo seis años de la muerte del otro maestro de exiliados, Martí. Hay que ver lo que esta madraza sin hijos de la carne se conmovía contemplando a sus dos arcángeles, y saboreándoles las prosas, quiero decir, las almas, como una madre hechizada por los gorgoritos de su hijo en la cuna.

La actitud de Gabriela ante Martí es la de un peregrino sediento al llegar junto a la fuente. Y cuando deseó tomar una página de Montalvo para dar lección a la gente americana --al pueblerío, decía ella--, se detuvo ante la maravillosa oración del ambateño por el maíz. Afina Gabriela el oído y oye a Don Juan, en París, cantar las excelsitudes de grano totémico de América. Para Montalvo, el trigo y el arroz son aristócratas,  extranjeros; el maíz es pueblo, pueblo puro de América. "El trigo y el arroz, dice Montalvo, son monarquistas; tú eres republicano, hijo del Nuevo Mundo". Y pesca Gabriela en la prosa aborrascada la perla o piropo magno que le echa Montalvo al maíz: "Si sólido, carne de faisán; si líquido, vino de Burdeos". ¡Pero si esto es puro Martí! Como cuando ella dice: "Anoche dormí como abrazada a los cogollos del mundo". O describe al Taita Vasco diciendo: "Era un licenciado, un varón de finas manos, y se volvía, por amor a sus indios dóciles, un artesano que pulía el guaje, que conocía los tintes y decoraba como un obrero chino; se tornaba carpintero en otro pueblo y enseñaba a hacer instrumentos músicos, guitarras y violines sensibles". ¡Así ponía Martí los adjetivos, así describía Martí un personaje! Martí dibuja como Rafael, Montalvo lo hace como Rembrandt, Gabriela traza a la manera de Durero.

Martí, Gabriela, Montalvo. Con este trío se puede cantar la Santa Cecilia de Haydn o desgranar El Archiduque de Ludovico. Gabriela es el piano, Martí el violín, Montalvo el cello. Buena música para alimentar la esperanza, para quitarle acíbar a la espera.

Una primera versión de este artículo apareció en 1989. Cortesía El Blog de Montaner

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