lunes, 25 de octubre de 2010

LA POÉTICA MODERNISTA DE JOSÉ MARTÍ Elmer Llanos Díaz Universidad Nacional “Pedro Ruiz Gallo” - Lambayeque

LA POÉTICA MODERNISTA DE JOSÉ MARTÍ
Elmer  Llanos  Díaz
Universidad Nacional “Pedro Ruiz Gallo” - Lambayeque
 
                                                                                Éstos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados... Tajos son éstos de mis propias entrañas. Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto de la mente; sino que han brotado como las lágrimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida.
José Martí.
 
 
Poeta, en verso y prosa, y revolucionario en el arte y la política, José Martí (1853-1895) tiene una importante labor poética que progresivamente ha ido siendo valorada,  con la mayor justicia que se merece, dentro del movimiento llamado modernista, aunque su modernismo no participa de todos  los enunciados que forman el movimiento1.  Incluso, a veces, es su contradicción o excepción.  Pero no cabe duda de que Martí es uno de los mejores representantes de este movimiento de liberación artística y de afirmación cultural americana.  Al indagar en el proceso de creación poética en Martí hay que atenerse tanto a su teoría como a su praxis, analizando su escritura en toda su abarcadora amplitud.  El poeta ha adelantado algunas ideas que ayudan a descubrir e interpretar esos hallazgos.  Se ha declarado enemigo jurado de la poesía cerebral, de la poesía mental que entonces predominaba en el ámbito hispánico.  Reclama una poesía que brote de la sensibilidad con la fuerza y la pureza naturales del agua del manantial.  Reclama imágenes sorprendidas al vuelo, entrevistas por el poeta y no inventadas ni elaboradas en la retorta retórica.  Esta acepción peyorativa de lo retórico, en cuanto sinónimo de artificioso, postizo, sobrante e innecesario se contrapone a la idea de un lenguaje simple y diáfano.  Rechaza tanto el tono fúnebre de los románticos como las frías y hermosas vasijas del parnasianismo.  En Mi poesía de Versos Libres2 dirá:
 
no la pinto de gualda y amaranto
como aquesos poetas; no le estrujo
en un talle de hierro el franco seno;
y el cabello dorado, suelto al aire,
ni con cintas retóricas le cojo:
no: no la pongo en lindas vasijas
que morirían; sino la vierto al mundo
a que cree y fecunde, y ruede y crezca
libre cual las semillas por el viento.  (77)
 
Martí opone resistencia a la expresión parnasiana, prefiere la luz y el brillo natural al brillo y luz artificiales con que se puede adornar la túnica de su poesía.  En contra el verso retórico... de Flores del destierro  nos dice:
 
Contra el verso retórico y ornado
el verso natural.  Acá un torrente:
aquí una piedra seca.  Allá un dorado
pájaro, que en las verdes ramas brilla
...........................................................
acá la huella fétida y viscosa
de un gusano...      (81).
Martí predica una poesía natural y sincera.  Ese gusto por lo natural se traduce en una poesía no afectada, ni retórica.  Martí ama la sencillez.  Así lo confiesa en el Prólogo de sus Versos sencillos: Se imprimen estos versos... porque amo la sencillez, y creo en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras (24).  Esta declaración de sinceridad resuena por muchas partes de sus versos, sobre todo en los poemas I y V.  En este último afirma: Mi verso al valiente agrada:/mi verso breve y sincero (29).
Unida a esta prédica de la naturalidad se desarrolla una conciencia social, la cual que se manifiesta en una constante preocupación por los problemas de América. Su conciencia americanista, que contrasta con la extranjerizante de muchos de sus contemporáneos, le hace emitir juicios severos contra los escritores que solo prestan atención a la moda y modelos foráneos, desatendiendo así la originalidad, las realidades y características propias de sus países.  Para Martí, el pueblo es un elemento clave en la elaboración poética y cuenta tanto como el poeta mismo, porque allí encuentra este la fuente de su inspiración: La poesía es a la vez obra del bardo y del pueblo que la inspira... La poesía es durable cuando es obra de todos.  Tan autores son de ella los que la comprenden como los que la hacen (cit. En Roggiano Poética 367).  Martí busca establecer un diálogo con el pueblo.  En su poesía manifiesta el compromiso adquirido con los desposeídos.  Así lo manifiesta en el poema III de Versos Sencillos : con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar (26). La poesía natural que propone está basada en su conciencia de lo americano, en la expresión y utilización de los elementos que componen toda la naturaleza americana y en la sencillez con que debe elaborarse para que el mensaje llegue al pueblo.  Las letras no son un mero fin de producción de belleza formal, sino que se usan con el intento de expresar en lengua hermosa ideas profundas y durables.  Así, el arte, la poesía no es una mera contemplación, sino cierta inmanencia de actividad transformadora que tiene por fin un mejoramiento de la realidad; la literatura debe encaminarse hacia el bien del prójimo.  Para Martí, la poesía, la obra de arte en general, debía tener una clara función social y caminar de acuerdo a la sociedad.  Martí tiene un concepto evangélico del poeta en cuanto hombre, a quien presenta como un místico del deber y como un mártir de su propio destino.  Ya en sus primeros versos desarrolla una imagen del poeta entre cósmica y sacerdotal.  En su Musa Traviesa de Ismaelillo nos dice:
 
Me siento, cual si en magno
templo oficiase;
cual si mi alma por mirra
vertiese al aire;
cual si en mi hombro surgieran
fuerzas de Atlante.   (8)
 
Martí no entendía otro punto de partida para su poesía que lo real, que era el hecho experimentado, el contacto directo, inmediato.  En el prólogo  a sus Versos libres  remarca este hecho:
 
Lo que aquí doy a ver lo he visto antes (yo lo he visto, yo), y he visto mucho más, que huyó sin darme cuenta a que copiara sus rasgos.  De la extrañeza, singularidad, prisa, amontonamiento, arrebato de mis visiones, yo mismo tuve la culpa, que los he hecho surgir ante mi como las copio.  De la copia yo soy el responsable.  (50)
 
Los críticos reverenciales de la cualidad apostólica martiana, no han dejado de reconocer la abismal y persistente experiencia del dolor que llevó a cabo Martí a lo largo de casi  toda su vida y la voluntaria inmersión en una experiencia casi alucinatoria del sufrimiento.  Esa gran capacidad de sacrificio que tenía Martí y ese profundo sentimiento de dolor que lo embargaba encuentran una vía de escape en la poesía.  Ella le sirve de confesión y tal vez de catarsis.  Martí sufría por lo personal y por el mundo por el que luchaba.  Su desafortunada vida amorosa, la separación de su hijo, la falta de comprensión de su esposa y las tribulaciones diarias para conseguir el sustento son desgarros personales que le producen dolor.  La patria sujeta y envilecida por un colonialismo ya decrépito y las pésimas condiciones de la América producen todo ese pesar que Martí refleja en su poesía3, Martí lo esboza claramente en los años de Versos Sencillos:
 
Para pensar altamente me hace falta sufrir.  Primero, caigo, tambaleando y muriendo.  Y me levanto, con el cerebro en hervor, y el alma ágil.  Brotan mis pensamientos como chispas.  Parece como que el puñal que me entra en el cerebro, echa hacia delante las ideas.  (cit. en Rama  117).
Martí ve en el dolor una obligada condición para alcanzar la plenitud expresiva4, tal como lo entendió Rimbaud cuando dice el dolor alimenta, el dolor purifica, el dolor nutre (cit. En Rama 117).  Hay en estas reflexiones una íntima conciencia de la relación entre el estado de ánimo del poeta y su capacidad creadora:     
 
Siempre que me siento a escribir, la Fortuna celosa me pone una capa de hiel al lado.  Mi obra es trocarla en mieles –jamás he entrado en una gran labor sin que alguna profunda pena haya venido a perturbar en el comienzo– y he hecho mi jornada bravamente, con un muerto a la espalda.  (cit. en Santi  834)
 
Escribir poesía parece estarse diciendo Martí, no significa saber rimar o contar metros: no depende de una habilidad técnica. Significa asumir una condición que permita transformar la pasión en poesía.  El dolor tiene que alcanzar la máxima intensidad para que repercuta armónicamente en una máxima elevación espiritual.  Así, el dolor es permanente y esencial porque es connatural a la existencia5.  Martí expone claramente esta idea en Canto de otoño de Versos Libres:
... y amé la vida
porque del doloroso mal me salva
de volverla a vivir.  Alegremente
el peso eché del infortunio al hombro:
porque el que en huelga y regocijo vive
y huye el dolor, y esquiva las sabrosas
penas de la virtud, irá confuso
del frío y torvo juez a la sentencia...  (58)
 
La composición XXXV de Versos Sencillos plantea cierta diferencia entre lo que se podría llamar dolor esencial, connatural a la existencia y al universo, y el dolor circunstancial, procedente de algún acto de las relaciones humanas: desafecto, deslealtad, traición.  El dolor circunstancial, tiene, pues, poca monta respecto al dolor esencial, del cual brota la poesía:
 
¿ Qué importa que tu puñal
se me clave en el riñón?
¡ Tengo mis versos, que son
más fuertes que tu puñal !
¿Qué importa que este dolor
seque el mar, y nuble el cielo?
El verso, dulce consuelo,
Nace al lado del dolor.  (44)
La poesía como creación es consuelo para el bardo, aunque refiera cualquier dolor circunstancial, porque la poesía nace de la certidumbre de que la existencia implica el dolor esencial.  La composición XLVI plantea la poesía como un consuelo, porque cuando más cargada de penas está el alma del poeta, este acude a la creación poética:
 
Vierte, corazón, tu pena
Donde no se llegue a ver,
Por soberbia, y por no ser
Motivo de pena ajena.
Yo te quiero, verso amigo,
Porque cuando siento el pecho
Ya muy cargado y desecho,
Parto la carga contigo.  (48)
 
Para renovar la forma poética se debe escribir viviendo, lo cual significa, escribir al dictado de la vida6.  Sin embargo, para Martí, el proceso creativo resulta ser un fenómeno involuntario: la poesía se produce dentro de él, no es que él la produzca, o la busque, y, todavía más, estatuye que no es correcto buscarla porque entonces se rehusaría.  Sus versos no son productos mentales sino emocionales.  En el prólogo que escribió para sus Versos Libres nos dice: Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la vida (50). Esta doctrina martiana se define por su origen en la inspiración.  La inspiración hace del momento creador un acto de libertad.  De modo que no es posible alcanzar o realizar poesía sin emoción o inspiración7.  Martí distingue dos clases de versos: los versos del cerebro, de la mente, de la razón; y los versos del corazón, del alma, de la emoción.  Para Martí la emoción es primero.
El manejo de la lengua es otro aspecto prioritario en la poética de Martí, quien nos enseñó que en las palabras hay una capa que las envuelve, que es el uso: es necesario ir hasta el cuerpo de ellas.  Se siente en este examen que algo se quiebra, y se ve lo hondo.  Han de usarse las palabras como se ven en lo hondo, en su significación real, etimológica y primitiva, que es la única robusta, que asegura duración a la idea expresada en ella (cit. en Cruz 38).  Respecto a este aspecto del quehacer poético Martí escribió en 1882, en el prólogo a El poema del Niágara del venezolano Pérez Bonalde: Han de podarse de la lengua poética, como del árbol, todos los retoños entecos, o amarillentos, o mal nacidos, y no dejar más que los sanos y robustos, con lo que, con menos hojas, se alza con más gallardía la rama, y pasa en ella con más libertad la brisa y nace mejor el fruto (cit. en Augier 34).  Se trata de una higiene de las letras lograda por el camino del laconismo y la precisión.  En una selección de apuntes de Martí, entre sus papeles sueltos, expresa esta concepción: Adoro la sencillez, pero no la que proviene de limitar mis ideas a este o aquel círculo o escuela, sino la de decir lo que veo, siento o medito, con el menor número de palabras posibles, de palabras poderosas, gráficas, enérgicas y armoniosas (cit. en Rama 132).  El ajuste del pensamiento a la forma es base en la concepción del estilo: El lenguaje ha de ser matemático, geométrico, escultórico.  La idea ha de encajar exactamente en la frase, tan exactamente que no pueda quitarse nada de la frase sin quitar eso mismo de la idea (cit. en Vitier XI).  El estilo de Martí no es, pues, el resultado de una técnica refinada para promover los más exquisitos deleites de la sensación o del goce puro8.  El hombre de estilo es aquel que se vale del lenguaje para expresar un contenido que ha vivido, ineludiblemente.  La lengua es sólo un medio.  Para este estilo, la realidad está antes que la palabra, y es idea, sentimiento, pensamiento, vivencia y no signo, accidente, mera representación.  Martí era partidario de que se debe pulir el verso, pero no una vez que esté fuera de la mente, que ya está en el papel, sino dentro de ella.  Respecto de la adecuación al contenido, para él, la lengua es vana cuando no sirve de vehículo a algún mensaje.  En ello está encerrado un claro precepto de utilidad de las letras: El lenguaje es humo cuando no sirve de vestido al sentimiento generoso o a la idea eterna” (cit. en Omaña 206).
 
  
 

OBRAS    CITADAS


Agier,  Angel.   “ Notas sobre  el  proceso  de  creación  poética  en  Martí ”.   Anuario  L/L:  13-34.
 
Cruz,  Mary.  “Alegría viva: Martí”  Anuario L/L.2(1971): 25-46
 
Henriquez Ureña, Max.  Breve historia del modernismo. México: Fondo de cultura                         económica, 1954.
 
Jiménez, José Olivio.  “Dos símbolos existenciales en la obra de José Martí”.  Románica 15(1979): 112-125.
 
Martí, José.  Obra literaria ed. Cintio Vitier. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978.
 
Más, José L.  “En torno a la ideología de José Martí”.  Cuadernos Americanos 199.2 (1975): 82-114.
 
Omaña, Balmiro.  “Concepción de la poesía en José Martí”. Revista Iberoamericana  55.146-147 (1989): 193-209.
 
Rama, Ángel. “José Martí en el eje de la modernización poética: Whitman, Lautréamont, Rimbaud”. Nueva Revista de Filología Hispánica 32.1 (1983): 96-135.
 
Roggiano, Alfredo. “Acción y libertad en la poética de José Martí”. Revista Iberoamericana 55.146-147 (1989): 193-209.
 
-------, “ Poética  y  estilo  de  José  Martí ”.  Humanitas.  2 (1953):  351 - 378.
 
Santi, Enrico Mario. “Ismaelillo, Martí y el modernismo”. Revista Iberoamericana 52.137 (1986): 811-840.
 
Schulman, Ivan. Introducción. Ismaelillo, Versos libres, Versos sencillos. Por José Martí. Madrid: Cátedra, 1997.
 
Vitier,  Cintio.  Prólogo.  Obra literaria.  Por José  Martí.   Caracas:  Biblioteca  Ayacucho,  1978.

 

1 Respecto a la génesis de este movimiento nos dice Iván A. Schulman: “El modernismo concebido como la etapa inicial de una época de crisis, ostenta sus primeros síntomas inquietantes en Hispanoamérica a partir de 1875 no sólo en el terreno de la literatura sino en el de la filosofía, la ideología, la organización social y la religión.  Era de transformaciones vertiginosas, de complejas tendencias heterogéneas y anárquicas, el modernismo se caracteriza al principio por el rechazo de normas y tradiciones consagradas” (23).
2 Citamos por la Obra Literaria editada por la Biblioteca Ayacucho cuyo prólogo y notas están a cargo de Cintio Vitier.  En adelante, se cita por esta edición indicando número de página.
3 Alfredo Roggiano señala: “La poesía es un dolor.  Desgarra el pensamiento, las entrañas del poeta, como desgarra el hijo las entrañas de la madre” (“Poética”, 358).
4 José L. Más dice al respecto:  “En Martí es la idea del sacrificio la que culmina toda su prédica ética y moral.  Por eso, más que la satisfacción de los apetitos materiales recomienda, a través de sus crónicas, la privación y la desgracia, como camino seguro para conseguir la perfección... Martí llega a afirmar que el sacrificio y el dolor son las condiciones necesarias para el logro de la verdadera felicidad en una vida futura” (107).
5 José Olivio Jiménez afirma que: “Martí, iniciado desde adolescente en los saberes nutricios del dolor, y pudoroso en extremo de exhibirlo, no pudo sino vestir el obligado disfraz que ambos sentimientos le imponían... pues el dolor en sus cotas más altas, y como el mismo sostuviese, es purificación y alimento y nacimiento para la vida del bien” (116).
6 Cintio Vitier plantea la relación arte y vida a partir de dos principios: “La expresión sincera y el pensamiento libre”.  En donde la primera será necesariamente libre (XII).
7 Alfredo A. Roggiano sostiene que la poesía de Martí “nace de la inspiración; la inspiración es un acto libre; la libertad sustentada en la acción, es la base de la creación; ésta es originalidad; la originalidad es autenticidad, sinceridad, honradez.  Por tanto, la poesía es la religión de la libertad, y así, la suprema guiadora de los pueblos” (“Acción” 407).
8 Al respecto Max Henriquez Ureña afirma: “En el verso, Martí, más que un revolucionario de la forma, fue un reivindicador de la sencillez ” (56).

viernes, 8 de octubre de 2010

EL PENSAMIENTO MARTIANO EN EL BLOG TrincheraCubana.net

José Martí: cima del pensamiento político cubano

Tomado de alpha66.org

Por Gerardo Mart
www.desdecuba.com 

Durante la etapa colonial el pensamiento político cubano evolucionó desde los reclamos enarbolados por Félix de Arrate a mediados del siglo XVIII, hasta la idea de la república moderna de José Martí. Los que le precedieron al apóstol, con excepción del padre Varela, protagonizaron una constante lucha por libertades políticas, económicas y culturales con el fin de lograr, bien la equiparación entre peninsulares y criollos, bien la condición de provincia española, bien la autonomía; pero casi siempre desde y para la clase social que representaban, y siempre también, en detrimento del resto de las clases y sectores que coexistían en la Isla.

Si las naciones emergen de complejos procesos de acercamiento social, cultural y económico, mediante los cuales, comunidades de orígenes diferentes van adquiriendo conciencia de pertenencia e identidad común, era lógico que tan contradictorio esfuerzo en la Isla –igualdad con los de arriba y desigualdades hacia los de abajo– no podía conducir sino a una historia de violencia. Una de las más evidentes pruebas de esa contradicción la escenificó una figura tan brillante como José Antonio Saco, quien, imbuido de las ideas de la modernidad, elevó el concepto de patria desde el territorio limitado de las primeras villas hasta el de patria-nación; pero en su concepción, los oriundos de África, que en aquel momento constituían aproximadamente la mitad de la población, no formaban parte de esa patria. Así lo expresó en una oportunidad: “La nacionalidad cubana de que yo hablé, y de la única que debe ocuparse todo hombre sensato, es la formada por la raza blanca”.

La exclusión no se limitó a los originarios de África, que ocupaban el último lugar de una pirámide descendiente que iba desde diferencias entre los propios hacendados, pasando por la clase media, los campesinos blancos, los artesanos, y los colonos chinos. Una diferenciación social que recibió el primer fuerte impacto con la Guerra de 1868 donde, a pesar de las diferencias coincidieron en un propósito común, desde los negros esclavos con su agenda abolicionista hasta los blancos hacendados con su agenda independentista en busca de la libertad, unida a los derechos y a la igualdad de participación en los asuntos nacionales. Una guerra que sacudió pero que no pudo eliminar las raíces de la exclusión y la injusticia.

José Julián Martí Pérez, político, historiador, literato, orador, periodista, maestro, el más informado de su época, retomó ese largo e inconcluso proceso de conformación de la nación cubana para conducirla hasta una república moderna, camino que comenzaba por lograr la independencia de España; un complejo y trascendental reto al que lo sometió la historia, y que él aceptó.

La personalidad

Hijo de padre militar y de madre de limitada instrucción, el encuentro con don Rafael Mendive, director de la Escuela de Varones de La Habana, les propició un mutuo conocimiento. El profesor tuvo el elevado mérito de descubrir el talento de quien devendría figura cimera de la política en Cuba y de esculpir un hombre con mayúscula. Por su parte, Martí entró en contacto con lo más valioso del torrente de ideas políticas y culturales que se habían conformado en la colonia desde su surgimiento. Desde allí, comenzó una incansable obra que quedó trunca con su caída en combate.

Para comprender su accionar hay al menos dos elementos que no pueden dejarse de lado: Primero el amor como virtud, que era para Martí “la única ley de la autoridad”, sentir que expresó así: “en la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cada mejilla de hombre”. Esa virtud, devenida fuerza magnética nos recuerda las palabras de San Pablo: el amor: todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, y que Martí definió así: “En mí, el amor a la patria sólo tiene un límite; y es el temor de que imagine nadie que por mi interés me valgo de ella, ni siquiera por el interés de ganar fama…”; convicción que le permitió proclamar una guerra sin odios para no levantar barreras infranqueables en la conformación de la unidad nacional. Segundo, su pensamiento, esencialmente intuitivo, cuyo propósito, según Jorge Mañach, fue siempre definir. Sus ideas, que “no se nos dan nunca sustanciadas o razonadas, sino sólo declaradas con vehemente certidumbre” y para confirmarlo cita a Martí: “Hay ideas que yo elaboro, y compagino, y urdo, y acabo, y son las más pobres de las que pasan como mías. Otras vienen hechas, acabadas de suyo, sin intervención alguna de mi mente, y se salen sin mi permiso, sin preparación y sin anuncio, de mis labios”. Ideas sopesadas que Mañach denominó “armonismo martiano”.

Una simbiosis de amor, intuición, pasión, magnetismo, armonía y profundidad sin la cual era imposible enfrentar, en las condiciones de Cuba, la obra de organizar una guerra, “fatalmente necesaria” como él la calificaba, para desde ella, arribar a una sociedad de paz, armonía y justicia.

La República

Desde esa formación, esencialmente humanista, Martí proyecta la fundación de la república, que en su ideario es forma y estación de destino, a diferencia de la guerra y del partido, concebidos como eslabones mediadores para arribar a ella. Así, la república, que había tenido su primera manifestación en Guáimaro, asume en Martí su más alta definición: alma democrática de la nación.

Para Martí, el concepto de patria, que Saco había elevado hasta la patria-nación, era: “comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”; mientras el de república, contenido en sus discursos, cartas y documentos, era: estado de igualdad de derecho de todo el que haya nacido en Cuba; espacio de libertad para la expresión del pensamiento; de muchos pequeños propietarios; de justicia social, que implicaba el amor y el perdón mutuo de una y otra raza, edificada sin mano ajena ni tiranía, para que cada cubano sea hombre político enteramente libre. Definiciones que remata con ese ideal devenido puro formalismo: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

La política

A partir de esos conceptos Martí establece una relación genética y lógica entre partido, independencia y república. En un estudio crítico acerca de los errores de la Guerra Grande, realizado en 1880, se pregunta: ¿Qué pasó? ¿Qué está pasando?, de cuyo análisis resulta un sistema de principios que se pueden sintetizar así: el papel de la política y su carácter democrático y participativo; la revolución como forma de la evolución; la necesidad de tener en cuenta todos los componentes en el análisis; la unión de los diversos factores; y el tiempo en la política, es decir, hacer en cada momento lo que en cada momento es necesario. En ese estudio político están los cimientos de la teoría de la revolución, que incluye la guerra necesaria y el papel del partido como institución organizadora. Para demostrar lo antes dicho basta con citar la lectura realizada en Nueva York el 24 de enero de 1880:

“Debe hacerse en cada momento, lo que en cada momento es necesario. No debe perderse el tiempo en intentar lo que hay fundamento harto para creer que no ha de ser logrado… Aplazar no es nunca decidir, –sobre todo cuando ya, ni palpitantes memorias, ni laboriosos rencores, ni materiales y cercanas catástrofes, permiten nuevo plazo. Adivinar es un deber de los que pretenden dirigir. Para ir delante de los demás se necesita ver más que ellos”. “Los que intentan resolver un problema, –no pueden prescindir de ninguno de sus datos. Ni es posible dar solución a la honda revuelta de un país en que se mueven diversos factores, sin ponerlos de acuerdo de antemano, o hallar un resultado que concuerde con la aspiración y utilidad del mayor número”.

El Partido

El análisis de los errores en la guerra pasada y el conocimiento de la política y de los partidos, en España y América, lo conducen en los 12 años transcurridos entre 1880 y 1892, a fundar un partido como institución organizadora, controladora y creadora de una conciencia encaminada a sustituir la espontaneidad y la inmediatez. Idea que expresó a Gómez en 1882: “…sólo aspiro a que formando un cuerpo visible y apretado aparezcan unidas por un mismo deseo grave y juicioso de dar a Cuba libertad verdadera y durable, todos aquellos abnegados y fuertes, capaces de reprimir su impaciencia en tanto que no tenga modo de remediar en Cuba con una victoria probable los males de una guerra rápida, unánime y grandiosa”. Y cinco años después, ante la proximidad de la guerra, le dice nuevamente a Gómez: se carece de “un plan que lo una y un programa político que lo tranquilice”

En las Resoluciones de noviembre de 1891, consideradas como el prólogo a las Bases del PRC, plantea que la organización revolucionaria no ha de trabajar por el predominio, actual o venidero, de clase alguna; sino por la agrupación, conforme métodos democráticos, de todas las fuerzas vivas de la patria; por la hermandad y acción común de los cubanos residentes en el extranjero; y por la creación de una república justa y abierta…para el bien de todos.” 1

Para la fundación del partido, Martí se apoyó en los clubes que se habían formado durante la Guerra de los Diez Años, pero a diferencia de estas asociaciones primarias, el partido contaba con funciones económicas, educacionales y financieras, además de una estructura militar secreta y una red entre toda la oficialidad para elegir a su jefe. Aquí Martí tenía muy presente el recuerdo del Plan de 1884, donde Gómez lo disponía todo sin otra consulta que la de Maceo, por ello, ahora, en el partido y en la guerra tenían que ir los gérmenes de la futura república democrática.

La Guerra

Por su formación y su conducta, Martí fue siempre un enemigo declarado del empleo de la violencia. En mayo de 1883 en el artículo Karl Marx ha muerto, a la vez que reconoce los méritos del fundador del marxismo, señala lo que considera sus limitaciones: “… Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Pero anduvo de prisa, y un tanto a la sombra, sin ver que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de la mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestación natural y laboriosa… Suenan músicas; resuenan coros, pero se nota que no son los de la paz”.

Luego, en 1892 expresó: “Y no es el caso preguntarse si la guerra es apetecible o no, puesto que ninguna alma piadosa la puede apetecer, sino ordenarla de modo que con ella venga la paz republicana, y después de ella no sean justificables ni necesarios los trastornos a que han tenido que acudir…”2. Desde ese credo de amor al hombre se vio obligado a asumir, por la terquedad de España, el uso de la violencia; conceptos que quedaron perfectamente definidos en el Manifiesto de Montecristi firmado por él y por Gómez.

Martí no era ajeno a los peligros que acechaban su empresa, entre ellos, el más tenaz, lo era, sin dudas, el del caudillismo. Basado en sus estudios de la historia de Cuba y de América, puso todo su empeño en lograr con la educación política a través del partido y desde la guerra un cambio en la mentalidad de la mayoría de los jefes militares. Esa es la razón por la que se separa del Plan Gómez-Maceo y por la que le escribe al generalísimo: “…Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que usted pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente: y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta…”

A pesar de 15 años de esfuerzo, los males que dieron al traste con la Guerra Grande asomaron nuevamente. En el Diario de Campaña, 14 días antes de su muerte Martí anotó: “…Maceo tiene otro pensamiento de gobierno, una junta de los generales con mando, por sus representantes, –y una Secretaría General: –la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como secretaría del ejército”.

A pesar de ello el pensamiento martiano permaneció vivo. En la constitución de Jimaguayú se plasmaron sus ideas esenciales. “De aquella asamblea constituyente –expresó Emilio Roig de Leuchsenring– salió en plena guerra, una república civil democrática y fueron repudiados todo gobierno militar y toda dictadura”. De igual forma ocurrió en la constituyente de la Yaya, donde se impuso la tendencia democrática y civilista. Una tradición que fue entorpecida posteriormente por la ocupación norteamericana y la imposición de la Enmienda Platt.

Como presentimiento de que su labor no diera el resultado que emanaba de su prédica de entrega y de amor, expresó el 10 de octubre de 1890: “El político de razón es vencido, en los tiempos de acción, por el político de acción; vencido y despreciado, o usado como mero instrumento y cómplice, a menos que, a la hora de montar, no se eche la razón al frente, y monte. ¡La razón si quiere guiar tiene que entrar en la caballería! Y morir, para que la respeten los que saben morir”. Una experiencia que nos alerta sobre el obstáculo que representan las imperfecciones humanas y nos indica que los cambios sociales comienzan por el cambio al interior de los seres humanos, sobre todo de los que pretenden protagonizar esos cambios.

Conclusiones

Pasado más de un siglo de su caída en combate la república con todos y para el bien de todos, por la que murió el Maestro, continúa pendiente. Una vez fracasado el modelo de socialismo totalitario, excluyente por naturaleza, el pensamiento martiano, síntesis de amor, virtud y civismo, constituye un buen punto de partida para edificar una nación y una república donde la dignidad plena del hombre devenga realidad.

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1. Resoluciones tomadas por la emigración cubana de Tampa y Cayo Hueso en noviembre de 1891. MARTÍ, JOSÉ. Obras Escogidas en tres tomos. TIII, p.23.

2. MARTÍ, JOSÉ. Obras Escogidas en tres tomos. TIII, p. 65
 
REGIMEN
DE SANGRE
(Disponible para el día  12 de julio)
Favor de marcar sobre las ilustraciones para más información.
 
 


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martes, 5 de octubre de 2010

JOSÉ MARTÍ EN WIKIPEDIA

José Martí

De Wikipedia, la enciclopedia libre
José Julián Martí Pérez
MartiJohnManuel K TRestauration.jpg
El Apóstol
Nacimiento 28 de enero de 1853
La Habana, Cuba
Fallecimiento 19 de mayo de 1895
Dos Ríos, Cuba
Ocupación Escritor, filósofo, poeta, político y militar.
Cónyuge Carmen Zayas-Bazán
Hijos José Francisco Martí y Zayas-Bazán, El Ismaelillo
Para el futbolista, véase José Luis Martí Soler.
José Julián Martí y Pérez (La Habana, Cuba, 28 de enero de 1853Dos Ríos, Cuba, 19 de mayo de 1895) fue un político, pensador, periodista, filósofo, poeta y masón cubano, creador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra del 95 o Guerra Necesaria. Perteneció al movimiento literario del modernismo.

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[editar] Carrera política

Monumento a José Martí en Ciudad de México (DF).
Monumento a José Martí en la ciudad de Cienfuegos (Cuba).
Monumento a José Martí en el Central Park de Nueva York.
Monumento a José Martí en Ybor City (Tampa, Florida).
Monumento a Martí en Cádiz (España).

[editar] Estudios y primera deportación

José Julián Martí Pérez nació en la calle Paula No. 41, La Habana, el 28 de enero de 1853, en el seno de una familia española.
En 1866 se matricula en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Ingresa también en la clase de Dibujo Elemental en la Escuela Profesional de Pintura y Escultura de La Habana, más conocida como San Alejandro.
El 4 de octubre de 1869, al pasar una escuadra del Primer Batallón de Voluntarios por la calle Industrias No. 122, donde residían los Valdés Domínguez, de la vivienda se oyen risas y los voluntarios toman esto como una provocación. Regresan en la noche y someten la casa a un minucioso registro. Entre la correspondencia encuentran una carta dirigida a Carlos de Castro y Castro, compañero del colegio que, por haberse alistado como voluntario en el ejército español para combatir a los independentistas, calificaban de apóstata.
Por tal razón, el 21 de octubre de 1869 Martí ingresa en la Cárcel Nacional acusado de traición por escribir esa carta, junto a su amigo Fermín Valdés Domínguez. El 4 de marzo de 1870, Martí fue condenado a seis años de prisión, pena posteriormente conmutada por el destierro a Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud), al suroeste de la principal isla cubana. Llega allí el 13 de octubre. El 18 de diciembre sale hacia La Habana y el 15 de enero de 1871, por gestiones realizadas por sus padres, logró ser deportado a España. Allá comienza a cursar estudios en las universidades de Madrid y Zaragoza, donde se gradúa de Licenciado en Derecho Civil y en Filosofía y Letras.
De España se traslada a París por breve tiempo. Pasa por Nueva York y llega a Veracruz el 8 de febrero de 1875, donde se reúne con su familia. En México entabla relaciones con Manuel Mercado y conoce a Carmen Zayas Bazán, la cubana de Camaguey que posteriormente sería su esposa.
Del 2 de enero al 24 de febrero de 1877 estuvo de incógnito en La Habana como Julián Pérez. Al llegar a Guatemala trabaja en la Escuela Normal Central como catedrático de Literatura y de Historia de la Filosofía. Retorna a México, para contraer matrimonio con Carmen el 20 de diciembre de 1877. Regresa a Guatemala a inicios de 1878.

[editar] Segunda deportación

Concluida la guerra llamada «De los 10 años» en 1878 vuelve a Cuba, el 31 de agosto, para radicarse en La Habana, y el 22 de noviembre nace José Francisco, su único hijo. Comenzó sus labores conspirativas figurando entre los fundadores del Club Central Revolucionario Cubano, del cual fue elegido vicepresidente el 18 de marzo de 1879. Posteriormente el Comité Revolucionario Cubano, radicado en Nueva York bajo la presidencia del Mayor General Calixto García, lo nombró subdelegado en la isla.
En el bufete de su amigo Don Nicolás Azcárate conoce a Juan Gualberto Gómez. Entre el 24 y el 26 de agosto de 1879 se produce un nuevo levantamiento en las cercanías de Santiago de Cuba. El 17 de septiembre Martí es detenido y deportado nuevamente a España, el 25 de septiembre de 1879, por sus vínculos con la conocida como Guerra Chiquita, liderada por el citado general García. Al llegar a Nueva York, se establece en la casa de huéspedes de Manuel Mantilla y su esposa, Carmen Miyares.

[editar] El Partido Revolucionario Cubano

Martí logró llevarse consigo a su esposa e hijo el 3 de marzo de 1880. Permanecen juntos hasta el 21 de octubre, en que Carmen y José Francisco regresan a Cuba. Una semana después resultó electo vocal del Comité Revolucionario Cubano, del cual asumió la presidencia al sustituir a García, quien había partido hacia Cuba para incorporarse a la fallida Guerra Chiquita.
Entre 1880 y 1890 Martí alcanzaría renombre en la América a través de artículos y crónicas que enviaba desde Nueva York a importantes periódicos: La Opinión Nacional, de Caracas; La Nación, de Buenos Aires y El Partido Liberal, de México. Posteriormente decide buscar mejor acomodo en Venezuela, a donde llega el 20 de enero de 1881. Fundó la Revista Venezolana, de la que pudo editar sólo dos números.
A mediados de 1882 reinició la labor de reorganizar a los revolucionarios (los partidarios de la independencia total de Cuba de la metrópoli española), comunicándoselo mediante cartas a Máximo Gómez Báez y Antonio Maceo. El 2 de octubre de 1884 se reúne por vez primera con ambos líderes y comienza a colaborar en un plan insurreccional diseñado y dirigido por los generales Gómez y Maceo. Luego se separó del movimiento por estar en desacuerdo con los métodos de dirección empleados y las consecuencias que tendrían sobre la futura república cubana, según manifestó.
El 30 de noviembre de 1887 fundó una Comisión Ejecutiva, de la cual fue elegido presidente, encargada de dirigir las actividades organizativas de los revolucionarios. En enero de 1892 redactó las Bases y los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano. El 8 de abril de 1892 resultó electo Delegado de esa organización, cuya constitución fue proclamada dos días después, el 10 de abril de 1892. El 14 de ese mes fundó el periódico Patria, órgano oficial del Partido.

[editar] El Plan Fernandina

En los años 1893 y 1894 recorrió varios países de América y ciudades de Estados Unidos, uniendo a los principales jefes de la Guerra del 68 entre sí y con los más jóvenes, y acopiando recursos para la nueva contienda. Desde mediados de 1894 aceleró los preparativos del Plan Fernandina, con el cual pretendía promover una guerra corta, sin grandes desgastes para los cubanos. El 8 de diciembre de 1894 redactó y firmó, conjuntamente con los coroneles Mayía Rodríguez (en representación de Máximo Gómez) y Enrique Collazo (en representación de los patriotas de la Isla), el plan de alzamiento en Cuba. El Plan Fernandina fue descubierto e incautadas las naves con las cuales se iba a ejecutar. A pesar del gran revés que ello significó, Martí decidió seguir adelante con los planes de pronunciamientos armados en la Isla, en lo que fue apoyado por todos los principales jefes de las guerras anteriores.

[editar] Camino a la Guerra

El 29 de enero de 1895, junto con Mayía y Collazo, firmó la orden de alzamiento y la envió a Juan Gualberto Gómez para su ejecución. Partió de inmediato de Nueva York a Montecristi, en República Dominicana, donde lo esperaba Gómez, con quien firmó el 25 de marzo de 1895 un documento conocido como Manifiesto de Montecristi, programa de la nueva guerra. Ambos líderes llegan a Cuba el 11 de abril de 1895, por Playitas de Cajobabo, Baracoa, al noroeste de la antigua provincia de Oriente.
Tres días después del desembarco, hicieron contacto con las fuerzas del Comandante Félix Ruenes. El 15 de abril de 1895 los jefes allí reunidos bajo la dirección de Gómez, acordaron conferir a Martí el grado de Mayor General por sus méritos y servicios prestados.
El 28 de abril de 1895, en el campamento de Vuelta Corta, en Guantánamo (extremo este de la provincia de Oriente), junto con Gómez firmó la circular «Política de guerra». Envió mensajes a los jefes indicándoles que debían enviar un representante a una asamblea de delegados para elegir un gobierno en breve tiempo. El 5 de mayo de 1895 tuvo lugar la reunión de La Mejorana con Gómez y Maceo, donde se discutió la estrategia a seguir. El 14 de mayo de 1895 firmó la «Circular a los jefes y oficiales del Ejército Libertador», último de los documentos organizativos de la guerra, la que elaboró también con Máximo Gómez.
El 19 de mayo de 1895 una columna española se desplegó en la zona de Dos Ríos, cerca de Palma Soriano, donde acampaban los cubanos. Martí marchaba entre Gómez y el Mayor General Bartolomé Masó. Al llegar al lugar de la acción, Gómez le indicó detenerse y permanecer en el lugar acordado. No obstante, en el transcurso del combate, se separó del grueso de las fuerzas cubanas, acompañado solamente por su ayudante Ángel de la Guardia. Martí cabalgó, sin saberlo, hacia un grupo de españoles ocultos en la maleza y fue alcanzado por tres disparos que le provocaron heridas mortales. Su cadáver no pudo ser rescatado por los mambises (soldados cubanos). Tras varios entierros, fue finalmente sepultado el día 27, en el nicho número 134 de la galería sur del Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.

[editar] Visión política

Su visión política incluía lo que hoy se conoce por latinoamericanismo. Además, su obra política y de propaganda muestra estas tres prioridades: la unidad de todos los cubanos como nación en el proyecto cívico republicano de postguerra; la terminación del dominio colonial español; y evitar una expansión estadounidense. Es casi unánime la información sobre su gran capacidad de trabajo y frugalidad, lo que, siendo evidente, junto a su palabra persuasiva, le valió reconocimiento por la mayoría de sus compatriotas.

[editar] Enfermedades

Memorial de José Marti.
La salud de José Martí no era buena. Estudios recientes realizados han mostrado que padecía sarcoidosis, diagnosticada en España a los 18 años. Probablemente a partir de esta enfermedad padeció afectaciones oculares, del sistema nervioso, problemas cardíacos y fiebre. También se ha investigado que padecía un sarcocele (tumor de testículo, de tipo quístico), con abundancia de líquido alrededor del tumor. Para aliviar sus dolores los médicos puncionaban el tumor con periodicidad. Finalmente fue operado por el Dr. Francisco Monte de Oca, que le realizó una exéresis total del testículo, extirpando el tumor.

[editar] Obra literaria

En el campo de la poesía sus obras más conocidas son Ismaelillo (1882), Versos sencillos (1891), Versos libres y Flores del destierro. Sus ensayos más populares son El presidio político en Cuba (1871) y Nuestra América (1891), cabe también destacar su obra epistolar, por lo general bien apreciada literaria y conceptualmente.
Fue precursor del modernismo, junto a Manuel González Prada (Perú), Rubén Darío (Nicaragua), Julián del Casal (Cuba), Manuel Gutiérrez Nájera (México), Manuel de Jesús Galván (República Dominicana), Enrique Gómez Carrillo (Guatemala), José Santos Chocano (Perú) y José Asunción Silva (Colombia), entre otros. Es todavía tema de debate entre los especialistas su importancia relativa en el modernismo.

[editar] Influencia de Martí

Su influencia en los cubanos es grande. En general es considerado por sus compatriotas como el principal modelador de la nacionalidad cubana tal como la conocemos hoy. Su prestigio se refleja en los títulos que popularmente se le conceden. «El apóstol de la independencia» y «el maestro» son los mas usados.

[editar] Véase también

[editar] Bibliografía adicional

[editar] Sobre Martí

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  • Siracusa, Jordi: "Adiós, Habana, adiós", 2005; introducción de Eusebio Leal Spengler.

[editar] Sobre su prosa

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  • Molloy, Silvia: "His America, Our America: José Martí Reads Whitman". Spanish American Literature: From Romanticism to 'Modernismo' in Latin America. Eds. David William Foster & Daniel Altamiranda. New York & London: Garland, 1997: 257-267.
  • Fernández Retamar, Roberto: "José Martí en los orígenes del antimperialismo latinoamericano". Spanish American Literature: From Romanticism to 'Modernismo' in Latin America. Eds. David William Foster & Daniel Altamiranda. New York & London: Garland, 1997: 247-255.
  • Marbán, Jorge: "Evolución y formas en la prosa periodística de José Martí." Revista Iberoamericana 146-147 (Enero-Junio de 1989): 211-222.
  • Ramos, Julio: "Tres artículos desconocidos de José Martí." Revista Iberoamericana 146-147 (Enero-Junio de 1989): 235-247.
  • Schwartz, Kessel: "José Martí, the New York Herald and President Garfield's Assassin." Hispania 56 (1973): 335-42.

[editar] Sobre su poesía

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  • Hauser, Rex: "La poética de la artesanía y las claves sociales en la obra de Martí y González Prada". Revista Iberoamericana 55: 146-147 (Ene-Jun 1989): 223-233.
  • Henríquez Ureña, Max: Breve historia del modernismo. México: Fondo de Cultura Económica, 1954; sobre la poesía de Martí, 49-63.
  • Omaña, Balmiro: "Concepción de la poesía de José Martí." Revista Iberoamericana 146-147 (Enero-Junio de 1989): 193-209.
  • Sánchez, Luis Alberto: Escritores representativos de América. Primera serie. Segunda edición. 3 tomos. Madrid: Gredos, 1963: Tomo II, "José Martí", 189-202.
  • Schulman, Ivan A.: Símbolo y color en la obra de José Martí. Madrid: Editorial Gredos, 1960.
  • ---. "Las estructuras polares en la obra de José Martí y Julián del Casal". Revista Iberoamericana 56 (1963): 251-282.
  • ---. Génesis del modernismo: Martí, Nájera, Silva, Casal. México: Colegio de México/Washington University Press, 1968.
  • Schulman, Ivan A. y Manuel Pedro González: Martí, Darío y el modernismo. Madrid: Editorial Gredos, 1969.

[editar] Enlaces externos

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