lunes, 2 de julio de 2012


«Mamá está conmigo. Ha venido hacerme una visita de dos meses ...
Está hermosa, y con el alma ya entrada en Majestad».
(José Martí a Manuel Mercado, noviembre 1887)
No son inútiles la verdad y la ternura”.
Por: Maria Teresa Villaverde Trujilloashiningworld@cox.net

 
-Foto de Doña Leonor en 1852-
Nació  en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, diciembre 17, 1828.
Falleció en la ciudad de La Habana en junio 19, 1907.

"Mírame, madre, y por tu amor no llores:
si esclavo de mi edad y mis doctrinas
tu mártir corazón llené de espinas,
piensa que nacen entre espinas, flores".

En la calle de La Consolación, hoy  conocida como Puerta de Canseco, en Santa Cruz de Tenerife, vive el matrimonio formado por Don Antonio Pérez y su esposa Rita Cabrera y sus dos primeros hijos: Joaquina y Rita. En la madrugada de diciembre 17, nace otra nina a quine asigna el nombre de Leonor en homenaje a la abuela paterna. Al dia siguiente es bautizada en la Iglesia Parroquial Matriz por don Miguel de Gálvez Coloma, capellán cura párroco de la Brigada Veterana del Real Campo de Artillería, con el nombre completo de Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez Cabrera. Los abuelos paternos: Salvador Pérez y Leonor Monzón. Los abuelos maternos: Diego Cabrera y Mariana Carrillo. Los padrinos: Juan Manuel Morales y Antonia Ramos
Leonor Pérez Cabrera era una adolescente cuando llegó a la capital de la isla tras su  padre haber sido asignado en septiembre de 1842 a prestar servicios en la Brigada de Artilleria de La Habana.

A los 23 años de edad contrajo matrimonio en la Iglesia de Monserrate, La Habana,  con Mariano Martí y Navarro, militar español nacido en Valencia radicado en Cuba desde 1845 en virtud de sus funciones con el ejercito español residiendo la pareja en la calle Paula # 41.  De esa unión nacieron ocho hijos: José Julián, Leonor, Mariana (Ana), María del Carmen, María del Pilar, Rita, Antonia y Dolores. 

Entre 1857 y 1859 el matrimonio e hijos permanecen en Valencia, España. Regresaron a La Habana residiendo ahí hasta 1874, año en que se trasladaron a México, donde más tarde se les reunió José Julián, quien había sido deportado a España en 1871.

Regresa la familia a La Habana en 1877, pero José Julián quedaría en ciudad México donde contrae matrimonio con Carmen Zayas Bazán, viajando los nuevos esposos hacia Guatemala. El joven matrimonio, a ruegos de la esposa, regresa a La Habana amparados en el Pacto del Zanjón y residen en la calle Tulipan #32, barrio El Cerro.  Nace el único hijo de  la joven pareja: José Francisco ...y poco después José Julián es desterrado nuevamente a España.  A partir de entonces Doña Leonor y el primogénito se verían en el futuro solamente por períodos de convivencia más o menos breves.

Doña Leonor pasó por el dolor de sobrevivir a seis de sus hijos; ver a su primogénito en las Canteras de San Lázaro con el cuerpo y el alma lacerados, y verlo de adolescente partir a España en calidad de desterrado; expulsado su hijo una vez mas de la tierra natal por expresar sus ideas de libertar a la Patria; su dolor de madre por la ausencia del vástago durante toda una vida; la perdida de su esposo enfemro por largo tiempo; los sacrificios a que se vio sumida....y la pobreza. 

Aquellos que la conocieron afirmaban que era una mujer con una calidad humana inigualable; y  con una fortaleza que le permitía soportar las numerosas limitaciones económicas que enfrentó durante su larga vida: escasez y carencia de lo más necesitado para sobrevivir... Era de criterio propio y firme, posiblemente de donde José Julián adquirió el carácter férreo de él.

En 1887, poco después de la muerte de Don Mariano, Doña Leonor visita a José Martí en la ciudad de Nueva York; fueron meses de infinita alegría para ambos hasta enero de 1888.  Justamente José Julián había expresado en carta a Manuel Mercado:
« ...fío en que la visita de mi madre hará renacer las mariposas».
El epistolario entre madre e hijo, desde la primera carta de José Julián fechada en Hanábana,  octubre 23, 1862, hasta la última enviada días antes de llegar a Playita de Cajobabo en 1895, muestran una honda ternura y un amor sin limites hacia su progenitora.  Así es tanto igual por parte de Doña Leonor donde ella como toda madre muestra dulces consejos recordándole lo que siempre desde niño le repetía «...el que se mete a redentor sale crucificado», y le rogaba dedicarse a una vida práctica, porque de todos modos tus «peores enemigos son los de tu misma raza». Y cuando más tarde lo sabe ya todo abismado en la preparación de la guerra inevitable, muy posible que Doña Leonor recordaría aquella carta que una vez le envió desde La Habana:
«...Qué sacrificio tan inútil, hijo de mi vida, el que estás haciendo de tu tranquilidad y de la de todos los que te quieren, no hay un solo ser que te lo sepa agradecer, el que más achaca tu sacrificio al ansia de brillar, otros, a la propia conveniencia, y nadie en su verdadero valor...»

Pero nadie comprendía vida tan sacrificada como la de José Julián. El 18 de noviembre de 1894 escribe al doctor Juan Santos Fernández, el oculista que atendía en La Habana a Doña Leonor:

"Tratámela bien, que ya ves que no tiene hijo. El que le dio la naturaleza está empleando los últimos años de su vida en ver como salva a la madre mayor".

Oh, pero veamos las líneas contenidas en su última carta donde se sintetiza y en algún modo se complementa aquel temprano apunte, escrito a los 16 años, al dorso de la conocida foto en presidio, cuando desde Montecristi le dice:

“Madre mía:
Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted. Usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre...”
“....Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición.
                                                  Su J. Martí.”

La muerte de su hijo la suma en un profundo silencio de dolor que solo ella podía entender. Palpitante su adolorado corazón recordaría los tantos versos a ella dedicados e imaginaria su firme proceder en la manigua cubana hasta el momento de caer en la batalla de Dos Ríos. 

Corría el año 1898, y la madre de José Julián, a punto de cumplir siete décadas de vida, enferma y virtualmente abandonada confiesa a Carmen Miyares:   “...mis ojos se han nublado por completo pues no sé para qué Dios no me llevó a mí primero que a él, pues no puedo tener el consuelo de ver su retrato ni sus letras. ....mi corazón se oprime con estos tristes recuerdos”.

A los  setenta y un año de edad y a pesar de su falta de visión se vio precisada a pedir un puesto de oficial tercero en la Secretaría de Agricultura, Comercio y Obras Públicas.  El entonces gobierno de ocupación norteamericano le otorgó el empleo con un sueldo mensual de $83.33

En 1900, la Asociación de Señoras y Caballeros, y los emigrados de Cayo Hueso adquieren la casa natal de José Julián, ubicada en Paula #102, actual Calle Leonor Pérez No. 314 entre Egido y Picota, en la Habana Vieja, La Habana. Motivo que ofrece a Doña Leonor la oportunidad de presenciar el primer homenaje que se rendía a su hijo José Julián.

Grupos de cubanos reunidos en distintas localidades de la ciudad se agrupan y desfilaron por la calle Paula. Un periódico habanero publica:  "Al pasar la manifestación por la casa donde nació Martí, se detuvieron breves instantes al descubrirse el velo que cubre la lapida a la entrada de la casa natal...  Presente estaban su hija Chata, y Carmen Zayas Bazán y su hijo Pepito Martí entonces capitán del Ejercito Libertador; y entre el nutrido grupo de fervientes amigos: Juan Gualberto Gómez y Fermín Valdés Domínguez.

Pasó sus últimos años en compañía de su hija Amelia, sumida en la mas inexplicable pobreza.  
Falleció a los 78 años de edad.