«Mamá está
conmigo. Ha venido hacerme una visita de dos meses ...
Está hermosa, y con el alma ya entrada en Majestad».
(José Martí a Manuel Mercado, noviembre 1887) “No son inútiles la verdad y la ternura”.
Por: Maria Teresa Villaverde Trujilloashiningworld@cox.net
-Foto de Doña Leonor en 1852-
Nació en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, diciembre 17, 1828.
Falleció en la ciudad de La Habana en junio 19, 1907.
"Mírame, madre, y por tu amor no llores:
si esclavo de mi edad y mis doctrinas
tu mártir corazón llené de espinas,
piensa que nacen entre espinas, flores".
Está hermosa, y con el alma ya entrada en Majestad».
(José Martí a Manuel Mercado, noviembre 1887) “No son inútiles la verdad y la ternura”.
Por: Maria Teresa Villaverde Trujilloashiningworld@cox.net
-Foto de Doña Leonor en 1852-
Nació en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, diciembre 17, 1828.
Falleció en la ciudad de La Habana en junio 19, 1907.
"Mírame, madre, y por tu amor no llores:
si esclavo de mi edad y mis doctrinas
tu mártir corazón llené de espinas,
piensa que nacen entre espinas, flores".
En la calle de La Consolación, hoy conocida
como Puerta de Canseco, en Santa Cruz de Tenerife, vive el matrimonio formado
por Don Antonio Pérez y su esposa Rita Cabrera y sus dos primeros hijos:
Joaquina y Rita. En la madrugada de diciembre 17, nace otra nina a quine asigna
el nombre de Leonor en homenaje a la abuela paterna. Al dia
siguiente es bautizada en la
Iglesia Parroquial Matriz por don Miguel de Gálvez Coloma, capellán cura párroco
de la Brigada Veterana del Real Campo de Artillería, con el nombre completo
de Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez Cabrera. Los
abuelos paternos: Salvador Pérez y Leonor Monzón. Los abuelos maternos: Diego
Cabrera y Mariana Carrillo. Los padrinos: Juan Manuel Morales y Antonia
Ramos
Leonor Pérez Cabrera era
una adolescente cuando llegó a la capital de la isla tras su padre
haber sido asignado en septiembre de 1842 a prestar servicios en la Brigada de
Artilleria de La
Habana.
A los 23 años de edad contrajo
matrimonio en la Iglesia de Monserrate, La
Habana, con Mariano Martí y Navarro, militar
español nacido en Valencia radicado en Cuba desde 1845 en virtud de sus
funciones con el ejercito español residiendo la pareja en la calle Paula # 41.
De esa unión nacieron ocho hijos: José Julián, Leonor, Mariana (Ana),
María del Carmen, María del Pilar, Rita, Antonia y
Dolores.
Entre 1857 y 1859 el matrimonio e hijos permanecen en Valencia, España. Regresaron a La Habana residiendo ahí hasta 1874, año en que se trasladaron a México, donde más tarde se les reunió José Julián, quien había sido deportado a España en 1871.
Regresa la familia a La Habana en 1877, pero José Julián quedaría en ciudad México donde contrae matrimonio con Carmen Zayas Bazán, viajando los nuevos esposos hacia Guatemala. El joven matrimonio, a ruegos de la esposa, regresa a La Habana amparados en el Pacto del Zanjón y residen en la calle Tulipan #32, barrio El Cerro. Nace el único hijo de la joven pareja: José Francisco ...y poco después José Julián es desterrado nuevamente a España. A partir de entonces Doña Leonor y el primogénito se verían en el futuro solamente por períodos de convivencia más o menos breves.
Doña Leonor pasó por el dolor de
sobrevivir a seis de sus hijos; ver a su primogénito en las Canteras de San
Lázaro con el cuerpo y el alma lacerados, y verlo de adolescente partir a España
en calidad de desterrado; expulsado su hijo una vez mas de la tierra natal por
expresar sus ideas de libertar a la Patria; su dolor de madre por la ausencia
del vástago durante toda una vida; la perdida de su esposo enfemro por largo
tiempo; los sacrificios a que se vio sumida....y la
pobreza.
Aquellos que la conocieron
afirmaban que era una mujer con una calidad humana inigualable; y con una
fortaleza que le permitía soportar las numerosas limitaciones económicas que
enfrentó durante su larga vida: escasez y carencia de lo más necesitado para
sobrevivir... Era de criterio propio y firme, posiblemente de donde José Julián
adquirió el carácter férreo de él.
En 1887, poco después de la
muerte de Don Mariano, Doña Leonor visita a José Martí en la ciudad de Nueva
York; fueron meses de infinita alegría para ambos hasta enero de 1888.
Justamente José Julián había expresado en carta a Manuel Mercado:
« ...fío en que la visita de mi madre hará renacer las
mariposas».
El epistolario entre
madre e hijo, desde la primera carta de José Julián fechada en Hanábana,
octubre 23, 1862, hasta la última enviada días antes de llegar a Playita
de Cajobabo en 1895, muestran una honda ternura y un amor sin limites hacia su
progenitora. Así es tanto igual por parte de Doña Leonor donde ella como
toda madre muestra dulces consejos recordándole lo que siempre desde niño le
repetía «...el que se mete a redentor sale crucificado», y le rogaba dedicarse a una
vida práctica, porque de todos modos tus «peores enemigos son los
de tu misma raza». Y cuando más tarde lo sabe ya todo
abismado en la preparación de la guerra inevitable, muy posible que Doña Leonor
recordaría aquella carta que una vez le envió desde La
Habana:
«...Qué sacrificio
tan inútil, hijo de mi vida, el que estás haciendo de tu tranquilidad y de la de
todos los que te quieren, no hay un solo ser que te lo sepa agradecer, el que
más achaca tu sacrificio al ansia de brillar, otros, a la propia conveniencia, y
nadie en su verdadero valor...»
Pero nadie comprendía vida tan sacrificada como la de José Julián.
El 18 de noviembre de 1894 escribe al doctor Juan Santos Fernández, el oculista
que atendía en La Habana a Doña
Leonor:
"Tratámela
bien, que ya ves que no tiene hijo. El que le dio la naturaleza está empleando
los últimos años de su vida en ver como salva a la madre
mayor".
Oh,
pero veamos las líneas contenidas en su última carta donde se sintetiza y en
algún modo se complementa aquel temprano apunte, escrito a los 16 años, al dorso
de la conocida foto en presidio, cuando desde Montecristi le
dice:
“Madre mía:
Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted. Usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre...”
“....Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición.
Su J. Martí.”
La muerte de su hijo la suma en un profundo silencio de dolor que solo ella podía entender. Palpitante su adolorado corazón recordaría los tantos versos a ella dedicados e imaginaria su firme proceder en la manigua cubana hasta el momento de caer en la batalla de Dos Ríos.
Corría el año 1898, y la madre de José Julián, a punto de
cumplir siete décadas de vida, enferma y virtualmente abandonada
confiesa a Carmen Miyares:
“...mis ojos se han nublado por completo pues no sé para qué Dios
no me llevó a mí primero que a él, pues no puedo tener el consuelo de ver su
retrato ni sus letras. ....mi corazón se oprime con estos tristes
recuerdos”.
A los setenta y un año de edad y a pesar de su falta de visión se vio precisada a pedir un puesto de oficial tercero en la Secretaría de Agricultura, Comercio y Obras Públicas. El entonces gobierno de ocupación norteamericano le otorgó el empleo con un sueldo mensual de $83.33
En 1900, la Asociación de Señoras y Caballeros, y los emigrados de Cayo Hueso adquieren la casa natal de José Julián, ubicada en Paula #102, actual Calle Leonor Pérez No. 314 entre Egido y Picota, en la Habana Vieja, La Habana. Motivo que ofrece a Doña Leonor la oportunidad de presenciar el primer homenaje que se rendía a su hijo José Julián.
A los setenta y un año de edad y a pesar de su falta de visión se vio precisada a pedir un puesto de oficial tercero en la Secretaría de Agricultura, Comercio y Obras Públicas. El entonces gobierno de ocupación norteamericano le otorgó el empleo con un sueldo mensual de $83.33
En 1900, la Asociación de Señoras y Caballeros, y los emigrados de Cayo Hueso adquieren la casa natal de José Julián, ubicada en Paula #102, actual Calle Leonor Pérez No. 314 entre Egido y Picota, en la Habana Vieja, La Habana. Motivo que ofrece a Doña Leonor la oportunidad de presenciar el primer homenaje que se rendía a su hijo José Julián.
Grupos de cubanos reunidos en distintas localidades de la ciudad
se agrupan y desfilaron por la calle Paula. Un periódico habanero
publica: "Al pasar la manifestación por la casa donde nació
Martí, se detuvieron breves instantes al descubrirse el velo que cubre la lapida
a la entrada de la casa natal...” Presente estaban
su hija Chata, y Carmen Zayas Bazán y su hijo Pepito Martí entonces capitán del
Ejercito Libertador; y entre el nutrido grupo de fervientes amigos: Juan
Gualberto Gómez y Fermín Valdés Domínguez.
Pasó sus últimos años en compañía de su hija Amelia, sumida en la mas inexplicable pobreza. Falleció a los 78 años de edad.
Pasó sus últimos años en compañía de su hija Amelia, sumida en la mas inexplicable pobreza. Falleció a los 78 años de edad.
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