jueves, 19 de mayo de 2011

José Martí
Dos Ríos
Breve cronología
1895

En el Diario de José Martí en los campos de Cuba podemos ver el desarrollo desde Playitas hasta un par de noches antes de los sucesos del 19 de mayo de 1895.

A continuación presentamos una de las descripciones de los trágicos hechos ocurridos en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895 que indica ser una de las más detallada y certera que hemos leído:



Rafael Lubian y Arias en “Martí en los Campos de Cuba Libre” publicado en 1953 en Homenaje de la “Cervecería Polar” al Apóstol José Martí en el Primer Centenario de su Natalicio:

Obelisco de Dos Ríos, sobre el sitio donde cayó Martí mortalmente herido.
Obelisco de "Dos Ríos". Levantado por suscripción popular a iniciativa del
alcalde de Palma Soriano, don Rafael Estrada. Está situado sobre
el mismo sitio donde cayó Martí mortalmente herido.

La muerte del Apóstol

Como ya hemos visto el día 12 de mayo habían llegado Martí y sus compañeros a los campos de "Dos Ríos" estableciendo allí su campamento, para dedicarse a despachar correspondencia, trasmitir órdenes, organizar e instruir sus fuerzas, recibir datos e informes de las operaciones de guerra y esperar refuerzos, principalmente las tropas al mando del General Bartolomé Masó, que debía reunírseles en ese lugar.

En dicho campamento pronunció Martí un elocuente discurso, como todos los suyos; y cuentan los que le oyeron ese día, que de pie, sobre los estribos de su caballo, se dirigió a las tropas, arengándolas, enardeciéndolas e impresionándolas hasta hacer derramar lágrimas a los viejos veteranos del 68. Esos viejos veteranos que eran inmutables ante los fusiles y cañones españoles, estaban allí conmovidos al oír las palabras ardientes y patrióticas del Maestro.

Todos llamaban a Martí "Presidente", aunque él sólo quería que lo llamaran "Delegado". Había en el campamento gran animación y alegría. Los revolucionarios se entregaban a sus trabajos con el brío y el entusiasmo de los grandes luchadores.

Martí laboraba con afán, moviéndose y visitando los lugares, más recónditos del campamento; atendiendo a todo; cuidando y alentando a los heridos; dando algún consejo; escribiendo y hablando siempre de la patria. Máximo Gómez, activo, enérgico, daba órdenes y se agitaba nervioso, preparándose para el combate... Pero, muy pronto, aquel patriótico júbilo y ardoroso entusiasmo, habría de convertirse en silencio profundo e infinita tristeza.

El General Gómez había tenido confidencias de que acababa de llegar a Palma Soriano un gran convoy custodiado por fuerte columna al mando de un Coronel, y que el mismo seguiría después a "Las Ventas de Casanova", a fin de aprovisionar toda esa línea de fuertes. Estimó el General de gran importancia atacarlo, y con tal objeto decidió el día 16 de mayo, salir para "Las Ventas de Casanova". Escogió cuarenta hombres de Caballería para dicha operación, dejando a Martí con el resto de las fuerzas encargado del campamento, donde debía permanecer en espera del General Masó, que "con el número mayor de hombres que pueda reunir", según la orden del General Gómez, debía incorporarse en ese lugar.

El día 17 salió el General Gómez con sus cuarenta jinetes y se dirigió a "Las Ventas de Casanova" para atacar al enemigo que suponía marchando en ese rumbo. No encontró rastro alguno del convoy, y creyendo que estaría por Remanganaguas, marchó hacia este lugar, llegando a el en los momentos que el enemigo entraba en el pueblo, lo que pudo apreciar con sus lentes desde una loma contigua, por lo que se emboscó en sus proximidades para esperarlo, tomando las precauciones del caso. El enemigo no se movió al parecer.

El día 18 al amanecer, el General Gómez emboscó a sus soldados y esperó la salida del convoy. Recibe aviso de sus escuchas de que "han comenzado a cargar las acémilas" para salir. Más tarde recibe otro aviso de que "han descargado las mismas" y hay silencio absoluto. A las 12 del día recibe un aviso de Martí, en el que le comunica la llegada al campamento del General Masó con caballerías estropeadas. El General Gómez contesta: "que acampe y espere..."

Parece que el convoy se detuvo a descargar en Remanganaguas, y por haber sabido confidencialmente el Coronel José Ximénez de Sandoval, que iba al mando del mismo, que el General Gómez lo esperaba en el camino de "Las Ventas de Casanova", para atacarlo, salió sigilosamente para dicho lugar, sin que el General se diera cuenta de ello, a pesar de su vigilancia.

Las fuerzas habían pasado un día terrible, según las palabras del General en su diario; "habían apenas comido y habían tenido que soportar un plaguero terrible".

A las cinco de la tarde el General levantó la emboscada y se retiró a un sitio mejor donde poder pasar la noche.

Parece que un isleño a quien el General había enviado al pueblo a buscar café le dio cuenta a Sandoval de que el General se encontraba allí con mucha gente esperándolo, lo que hizo que el Coronel Sandoval tratara de llegar a "Las Ventas de Casanova" con su convoy, que era su misión, sin ser molestado y una vez libre de ello poder actuar libremente sobre las fuerzas insurrectas.

El día 19, temprano, viendo el Generalísimo que no había señales del enemigo y estando en el campamento esperándolos Martí y Masó, decidió regresar a "La Bija" donde había dejado acampado a Martí, y emprendió la marcha hacia dicho lugar por la orilla derecha del Contramaestre, es decir, por un camino que va de Remanganaguas a "Dos Ríos".

Al llegar al campamento de "La Bija" no encuentra a Martí y demás fuerzas por haberse estos trasladados para "La Vuelta Grande", lugar apropiado para acampar las tropas, y haber mucho pasto para los caballos. Sigue su rastro hasta llegar al campamento cerca de la una de la tarde.

La llegada del General Gómez al campamento fue causa de gran alborozo y alegría. Formaron las fuerzas y hablaron los Generales Gómez y Masó, y también habló Martí, el que estuvo elocuentísimo. Después de esta ceremonia Martí almorzó con los Generales.

A Juan Masó Parra que era el jefe de Día, estaba encomendada la custodia del campamento. Mientras esto ocurría, veamos que hace Sandoval.

El 19 temprano, el Coronel Sandoval, por los informes que ha logrado recoger, sabe que hay partidas de insurrectos por los alrededores y que en la dirección de "La Vuelta Grande" había algún núcleo de importancia. No comunica su proyecto de salir a combatir esas partidas y emprende su marcha con mucho sigilo por la orilla izquierda del Contramaestre. Al llegar a Limones vadea el río y sigue la marcha por el camino de Remanganaguas a "Dos Ríos", o sea, por la orilla derecha del Contramaestre. A poco andar, la vanguardia da el alto a un campesino que trata de huir, pero es alcanzado.

Traído a presencia del Jefe de la Columna, el Guajiro cantó de plano todo lo que sabía, aun cuando ya había hecho desaparecer el papel que llevaba. Este individuo era el isleño Carlos Chacón, de la finca "La Vuelta Grande", donde estaban acampados Martí y Gómez, etc. Chacón confesó el lugar donde estaban los cubanos, y también que un señor a quien todos respetaban, llamado Martí, le había entregado cuatro monedas de oro y otras de plata para que le trajera ropas y víveres de acuerdo con una lista que le había dado éste de su puño y letra. En vista de ello Chacón fue obligado a servir de guía o práctico a la columna española. Sigue Sandoval su marcha y al llegar a "Dos Ríos", precisamente al lugar llamado "La Jatía", hace alto, seguramente por tener noticias de la proximidad del campamento cubano. Probablemente por la familia del prefecto Rosalío Pacheco se entera Sandoval que suman más de trescientos los hombres que hay en "La Vuelta Grande" y decide tomar posiciones estratégicas y esperar.

Coloca una avanzada como de cuarenta hombres cerca de la barranca del río por donde supone ha de venir el enemigo.

Despliega una compañía en línea de combate, apoyando su flanco en el monte distante del río Contramaestre como 400 metros.

También cerca del río aposta una sección, y con el grueso de las fuerzas de infantería y caballería a sus órdenes, espera el momento para lanzarlas donde menester fuere.

En el campamento cubano hay tranquilidad y se disponen a descansar cuando se oyen tiros en dirección del camino de "Dos Ríos". Parece que estos disparos fueron hechos a una patrulla cubana de caballería, por la avanzada española. Se da el aviso de enemigo a la vista. Habían transcurrido escasamente dos horas de la llegada de Máximo Gómez al campamento cuando sonaron los disparos. El General ordenó "¡a caballo!", y dijo al General Masó: "siga con toda la gente detrás de mí". Pensaba el General Gómez poder llegar a los campos de "Dos Ríos", que es un lugar bueno para maniobrar la caballería, lo que no logró por estar ya el enemigo posesionado de sus entradas. La gente demostró un gran entusiasmo, lo que hizo pensar al General Gómez en otro "Palo Seco", según dice en su diario de operaciones. Ataca el General con gran ímpetu la avanzada enemiga arrollándola. Entonces el General ordena a Martí "retirarse hacia atrás que aquél no era su puesto".

Las tropas españolas están desplegadas en línea de combate y resisten la acometida de los cubanos, no sin sufrir muchas bajas. Se generaliza el combate y Máximo Gómez no sabe ya de Martí, el que ha quedado atrás.

Parece que Martí, ante la ruda lucha que estaba presenciando, y de los ineficaces ataques contra las líneas enemigas, se lanzó hacia el enemigo, diciéndole al Ayudante del General Masó, Angel de la Guardia: "vamos a la carga, joven", emprendiendo loca carrera con su revólver desenfundado, seguido por Angel de la Guardia. Parece que con este gesto, intentó en un arranque de valor provocar una reacción favorable de las armas cubanas.

Corría el caballo de Martí, sin saber este a donde iba, guiado solamente por el sonido de los disparos, y en su loca carrera, atravesaron el río Contramaestre, subieron la cuesta del camino, doblaron un recodo que hay en este, y al salir a la recta que desemboca en "La Jatía", cayeron en la zona de fuego de los fusiles enemigos. La cerca que servía de parapeto a los españoles, tenía una portada sobre el camino, y por ella cruzaron Martí y su Ayudante, avanzando hacia el enemigo. Los españoles abrieron intenso fuego sobre ellos, pero Martí siguió avanzando con un valor temerario, hasta caer, mortalmente herido, "de cara al sol", como el pedía en sus conocidos versos, más allá de la línea enemiga, a unos veinte metros de la margen derecha del río Contramaestre, entre un fustete y un dagame. Su Ayudante, Angel de la Guardia, logró escapar ileso después de haber caído herido su caballo. El caballo que montaba Martí volvió a las líneas cubanas, siendo recogido por el corneta José Gutiérrez. La sección que mandaba Sánchez de León fue la que hizo las descargas que produjeron la muerte de Martí.

El cadáver de Martí fue hallado por las fuerzas españolas, y al ver los soldados el aspecto distinguido y las ropas que vestía (sombrero de castor negro, saco oscuro, pantalón claro, borceguíes negros y revólver de cachas de nácar (atado al cuello con un cordón) sospecharon que fuera de algún Jefe de la Revolución y dieron aviso de su hallazgo al Coronel Sandoval, quien ordenó a su Ayudante Capitán de Infantería Don Enrique Satué y Carbonell, -que conocía a Martí de Santo Domingo- examinar el cadáver. Después de cumplimentar este la orden cuidadosamente, y de oír distintas opiniones, llegó a la conclusión, por las marcas de la ropa, por el revolver, etc., así como los papeles y diversos objetos, y la cantidad de dinero que llevaba, ascendente a 500 pesos oro, que se trataba de José Martí. Inmediatamente ordenó el Coronel Sandoval que el cadáver fuera recogido. Encerrado que fue en una hamaca, es colgado en el portal o colgadizo de la casa de Rosalío Pacheco, y después atado a un caballo para conducirlo al inmediato poblado de Remanganaguas.

Después de Dos Ríos el cadáver de José Martí fue enterrado en el Cementerio de Remanganaguas.
Sitio exacto donde fue enterrado Martí en el Cementerio de Remanganaguas.
Jaime Sánchez, que ayudó a construir el féretro en que fueron conducidos
sus restos a Santiago de Cuba, señala el lugar.

La columna se puso en marcha siendo hostilizada durante un buen tramo de su recorrido por tiradores destinados al efecto por el General Gómez, con el objeto de que este se detuviera a combatir y tratar de rescatar el cadáver del Maestro, lo que no logro debido a las malas condiciones de los caminos y a que el Coronel Sandoval había acelerado la marcha, a fin de evitar el encuentro con tropas cubanas, que el comprendía tratarían de rescatar el cadáver de su Presidente.

Ya entrada la noche, el Coronel Sandoval ordeno hacer alto en el camino y coloco sus avanzadas. El cadáver fue descansado al lado de un árbol, -un Jobo- que había junto al camino. Este árbol se conservaba hasta hace pocos años y fue señalado por nosotros cuando lo visitó la "Comisión Histórica" en la reconstrucción de la ruta en el año de 1922. El Coronel Sandoval hizo ese alto en su marcha para descansar y reorganizarse ante el temor de caer en alguna emboscada preparada por las fuerzas libertadoras durante la noche, en su afán de rescatar el cadáver. Esto demuestra de una manera clara que el jefe español conocía perfectamente que llevaba los preciados despojos de nuestro Apóstol.

Ya una vez reorganizados y de haber descansado continuaron las fuerzas españolas su marcha, entrando en el poblado de Remanganaguas en la noche. Inmediatamente ordenó el Coronel Sandoval darle sepultura al cadáver de Martí y dio cuenta a la superioridad de la importante operación de guerra llevada a efecto en los campos de "Dos Ríos". El cadáver fue sepultado, sin haberlo colocado en un ataúd, en una fosa cavada en el Cementerio de Remanganaguas y junto con el de un sargento del ejército español, siendo colocado este último cadáver sobre el del Maestro.

En tanto eso ocurría en el bando español, todo era silencio y pesadumbre en el campamento cubano, y esa noche ni las cornetas tocaron silencio. Cuando amaneció, formáronse las tropas, y el General Gómez les dirigió la palabra. Dicen los que le oyeron que el General pronuncio breves, pero elocuentes y sentidas palabras que arrancaron lágrimas de sus oyentes. Después el General ordenó la salida en marcha del campamento, en columna de uno en fondo, y se dirigieron en ordenada y silenciosa peregrinación al lugar del combate.

Días después ce personó un médico cubano, el Dr. Pablo A. Valencia y Forts, acompañado de su ayudante, el señor José Ortega Navarro, en el cementerio de Remanganaguas. Venía en cumplimiento de órdenes recibidas del Jefe Militar de Santiago de Cuba, con la misión de exhumar el cadáver, practicarle la autopsia y embalsamarlo, para conducirlo a Santiago de Cuba. Una vez realizada esta operación -el 23 de mayo- el cadáver fue colocado en un sencillo féretro construido por orden del Capitán del Puesto, que para ello comisionó al señor Pedro Ferrán quien con la ayuda del jovencito Jaime Sánchez, lo construyó, costando la cantidad de ocho pesos.

Jaime Sánchez vivía en el año 1922, en Remanganaguas y el nos mostró el sitio aproximado donde fue sepultado el cadáver de Martí por primera vez, y el lugar donde fue practicada la autopsia y la operación de embalsamamiento.

El cadáver fue colocado en el ataúd y llevado en parihuelas escoltado por fuerte columna, al mando del Teniente Coronel Manuel Michelena, en dirección de Palma Soriano. Durante todo el trayecto la columna fue hostilizada por fuerzas cubanas, pero el Jefe de ella no se detenía a combatir, pues su misión era la de llevar con toda seguridad y rapidez, el cadáver a Santiago de Cuba.

A la llegada a Palma Soriano -el día 24- el ataúd fue colocado en el suelo en el parque de dicha población, para que el público desfilara por frente al mismo. Allí se levanta hoy un monumento, en el sitio donde estuvo el cadáver de Martí, durante toda la noche del 24 de mayo de 1895.

Desde Palma Soriano la columna continuó su marcha hacia el poblado de San Luis, y a la llegada a esta población -el día 25- el cadáver fue conducido hasta el cuartel y colocado en el patio del mismo. Hoy se levanta allí un sencillo obelisco.

Del Cuartel de San Luis, el cadáver fue conducido hasta la estación del Ferrocarril, y depositado debajo de un árbol que allí existe, para esperar la llegada del tren que habría de conducirlo hasta Santiago de Cuba.

En un carro de carga agregado al tren de pasajeros fueron conducidos estos preciados despojos hasta Santiago de Cuba, a donde llegaron a las 6 de la tarde del día 26, y por orden del Gobernador Militar de la provincia, General de Brigada Sr. Jorge Garrido (cubano) fue dejado en la estación del ferrocarril hasta las 8 de la noche, para evitar aglomeración de público. Allí lo custodió el Comandante de Infantería del Primer Batallón del Regimiento de Cuba No. 65, Sr. Manuel Tejerizo Cabrero.

Más tarde fueron llevados sus restos al Cementerio de Santa Ifigenia y colocados en una calle del jardín, y después depositados en la capilla del mismo, siendo custodiados por el mismo Comandante.

En la mañana del 27 de mayo y obedeciendo órdenes del Gobernador Militar de Santiago de Cuba, concurrieron al Cementerio el Coronel Sandoval, el Comandante Manuel Iglesias, el Capitán Ayudante de Sandoval, Sr. Satué, y numerosos oficiales españoles y público en general.

También se encontraba allí el Licenciado Antonio Bravo Correoso, quien pudo presenciar el enterramiento por haber obtenido del Coronel Sandoval una tarjeta, por mediación del Capitán Satué, Ramón Regüiferos y el señor Joaquín Castillo Duany.

El Comandante Enrique Ubieta y Mauri, que había sido amigo de Martí obtuvo, invocando el nombre del General Don Juan Salcedo y el suyo, que por el Sr. Bartolomé Vidal, Alcalde Municipal de Santiago de Cuba, cediese, sin costo alguno, el nicho No. 134 de la galería Sur del Cementerio, para enterrar a Martí, y los oficiales españoles costearon una lápida que fue fijada en el nicho.

El cadáver fue identificado por el Sr. Joaquín Castillo Duany, y por el Licenciado Bravo Correoso. Se levantó acta de la identificación.

En el momento de ser colocado el féretro en el nicho, el Coronel Sandoval hizo la pregunta siguiente: "¿No hay aquí ningún pariente o allegado, o amigo del finado?" Viendo que nadie respondía, dijo:

"Vaya, señores, puesto que el difunto no tiene aquí parientes ni allegados que lo hagan, despediré yo el duelo."

El Coronel José Ximénez de Sandoval, descubierto, pronunció estas palabras:

"Señores: Ante el cadáver del que fue en vida José Martí, y en la carencia absoluta de quien ante su cadáver pronuncie las frases que la costumbre ha hecho de rúbrica, suplico a ustedes no vean en el que a nuestra vista está, al enemigo, y sí al cadáver del hombre que las luchas de la política colocaron ante los soldados españoles. Desde el momento que los espíritus abandonan las materias, el Todopoderoso, apoderándose de aquéllos, los acoge con generoso perdón allá en su seno; y nosotros al hacernos cargo de la materia abandonada cesa todo rencor como enemigo dando a su cadáver la cristiana sepultura que los muertos se merecen. He dicho."

El 24 de febrero de 1907 los restos de Martí fueron trasladados a una sencilla tumba de cemento y mármol, un templete de estilo jónico, en cuyas paredes había fijadas lápidas con pensamientos suyos y en su frente, sobre una columna, un busto de Martí y todo rodeado de palmas y cipreses.

Panteón donde fueron depositados los restos de José Martí el 24 de febrero de 1907.
Panteón donde fueron depositados los restos del Apóstol,
en Santiago de Cuba, el día 24 de febrero de 1907.
El costo de este monumento fue sufragado por
el Consejo Provincial de Oriente y
el Ayuntamiento de Santiago de Cuba.

Invitados especialmente a este acto concurrieron el hijo de Martí, José Martí y Zayas Bazán, el Ministro de Cuba en Washington, discípulo del Maestro, Don Gonzalo de Quesada y Aróstegui.

Concurrió mucho público, y el discurso del acto estuvo a cargo del General Rafael Portuondo Tamayo. La banda de música tocaba piezas fúnebres durante estas ceremonias, y se le rindieron al Apóstol honores de Mayor General muerto en campaña.

El cráneo fue mostrado al público por el doctor Mascaró. La dentadura estaba intacta. El cabello estaba rizado. Se encontraron fragmentos del calzoncillo, pantalón y corbata.

Los despojos fueron colocados en una urna de plomo. Se reservaron para ser donados al Museo, algunos huesos, pelo, dos pedazos de tela perforada por las balas, la corbata negra, etc. Se levantó acta de este acto ante el Notario Público Licenciado Donato Valiente y Portuondo.

El costo de este sencillo monumento fue sufragado por el Consejo Provincial de Oriente y el Ayuntamiento de Santiago de Cuba, ascendente a la cantidad de $2,000.00.

Allí descansaron los restos del Maestro y Apóstol, a la sombra de este modesto mausoleo hasta el día en que fueron trasladados para otro lugar del cementerio a fin de construir el nuevo panteón en que descansan hoy en día, desde el 30 de junio de 1951, y donde gracias a los niños de las escuelas que las renuevan con sentido y sincero patriotismo, hay siempre como él pedía en sus conocidos versos: "un ramo de flores y una bandera".



Nicho en el cementerio Santa Ifigenia donde los restos de José Martí fueron enterrados en Mayo 27 de 1895.
Nicho No. 134 de la galería Sur del Cementerio "Santa Ifigenia",
Santiago de Cuba, donde fueron enterrados los restos de
José Martí en Mayo 27 de 1895.

Hemos encontrado la siguiente descripción del monumento-mausoleo de José Martí en el cementerio de Santa Ifigenia, Santiago de Cuba, en un suplemento martiano que data de 1953 y consideramos apropiado presentar:

“En el cementerio de Santa Ifigenia, en la ciudad de Santiago de Cuba, se encuentran sepultados para la eternidad los restos del cubano más grande que jamás viviera. Recientemente, y como homenaje de la Patria, sus restos fueron trasladados de la modesta cripta en que se hallaban colocados para la nueva tumba, que recogieron en sus mármoles todo el simbolismo de su vida y perpetuar su memoria.

“El autor de esta obra es el conocido escultor cubano Mario Santí.

Mausoleo de José Martí, foto de 1953.
Mausoleo donde descansan los restos de
José Martí desde el 30 de junio de 1951.

“Desde que nos acercamos a la tumba de Martí, podemos comenzar a estudiar su hondo simbolismo patriótico, cubano, americano y martiano, pues el autor tuvo especial cuidado en recoger en su obra los detalles más importantes de la vida del Maestro, habiendo sido asesorado por el historiador, y colaborador nuestro en este Suplemento Martiano, doctor Emilio Roig de Leuchsenring. Un camino de baldosas de "mármol blanco sin pulir", como el que él pidió para visitar la tumba de los héroes, nos conduce hacia el monumento. A ambos lados, veintiocho monolitos nos señalan los lugares que visitó Martí a manera de viacrucis, desde su desembarco en Playitas hasta su muerte en Dos Ríos. Al otro lado de la tumba va un jardín de flores blancas.

“Cuando entramos en la cripta, vemos un polígono de veinte lados simbolizando las veinte repúblicas americanas, y, al fondo, como pedestal de la estatua, la representación de la República de Cuba. En el centro de este recinto se halla una estrella de cinco puntas, y en el centro de ella el túmulo que guarda la urna con los restos del Apóstol, cubierto siempre por un ramo de flores y una bandera cubana. Mirando hacia arriba, y a una altura de veintidós metros y medio, se ve el lucernario y la linterna que le da a la figura una luz semital. Al salir de la cripta subimos por una escalera dividida en dos secciones de seis peldaños, que simbolizan la división en provincias, antes y después de la República. Al terminar la escalera, nos encontramos con el deambulatorio, en cuyo centro hay un balcón circular central bordeado por una baranda de bronce y por un friso corrido de seis cuadros, simbolizando las seis etapas más salientes de la vida de Martí. En el deambulatorio, frente a la entrada, hay una tribuna para exponer las doctrinas del Maestro, con condiciones acústicas apropiadas para la oratoria. Sobre este deambulatorio se levanta el macizo del cuerpo principal sobre seis columnas de dos metros de diámetro formando un hexágono, que simboliza exteriormente las seis provincias. Como en la urna, de cada uno de los lados se introduce una estatua simbólica de las provincias, de seis metros y medio de alto; cada lado forma una cruz, símbolo eminentemente universal, y para darle vigencia a una de las sentencias profundas del Maestro: "En la cruz murió el hombre un día, pero hay que aprender a morir en la cruz todos los días".”

Mausoleo de José Martí, foto del 2006.
Otra vista del Mausoleo de José Martí
en el Cementerio "Santa Ifigenia",
Santiago de Cuba



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lunes, 16 de mayo de 2011

POEMARIO "ISMAELILLO", DE JOSÉ MARTÍ, TOMADO DE EDUCAR.ORG

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Ismaelillo

ISMAELILLO


Hijo:
Espantado de todo, me refugio en ti.

Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura,
en la utilidad de la virtud, y en ti.
Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras
páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal
como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos
arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de
verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos
han pasado por mi corazón.
¡Lleguen al tuyo!
PRÍNCIPE ENANO
Para un príncipe enano
Se hace esta fiesta.
Tiene guedejas rubias,
Blancas guedejas;
Por sobre el hombro blanco
Luengas le cuelgan.
Sus dos ojos parecen
Estrellas negras:
Vuelan, brillan, palpitan,
Relampaguean!
El para mí es corona,
Almohada, espuela.
Mi mano, que así embrida
Potros y hienas,
Va, mansa y obediente,
Donde él la lleva.
Si el ceño frunce, temo;
Si se me queja,
Cual de mujer, mi rostro
Nieve se trueca;
Su sangre, pues, anima
Mis flacas venas:
¡Con su gozo mi sangre
Se hincha, o se seca!
Para un príncipe enano
Se hace esta fiesta.
¡Venga mi caballero
Por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
Por esta cueva!
Tal es, cuando a mis ojos
Su imagen llega,
Cual si en lóbrego antro
Pálida estrella,
Con fulgores de ópalo,
Todo vistiera.
A su paso la sombra
Matices muestra,
Como al Sol que las hiere
Las nubes negras.
¡Heme ya, puesto en armas,
En la pelea!
Quiere el príncipe enano
Que a luchar vuelva:
¡El para mí es corona
Almohada, espuela!
Y como el Sol, quebrando
Las nubes negras,
En banda de colores
La sombra trueca,
El, al tocarla, borda
En la onda espesa
Mi banda de batalla
Roja y violeta.
¿Conque mi dueño quiere
Que a vivir vuelva?
¡Venga mi caballero
Por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
Por esta cueva!
¡Déjenme que la vida
A él, a él ofrezca!
Para un príncipe enano
Se hace esta fiesta.
SUEÑO DESPIERTO
Yo sueño con los ojos
Abiertos, y de día
Y noche siempre sueño.
Y sobre las espumas
Del ancho mar revuelto,
Y por entre las crespas
Arenas del desierto,
Y del león pujante,
Monarca de mi pecho,
Montado alegremente
Sobre el sumiso cuello.
Un niño que me llama
Flotando siempre veo!
BRAZOS FRAGANTES
Sé de brazos robustos,
Blandos, fragantes;
Y sé que cuando envuelven
El cuello frágil,
Mi cuerpo, como rosa
Besada, se abre,
Y en su propio perfume
Lánguido exhálase.
Ricas en sangre nueva
Las sienes laten;
Mueven las rojas plumas
Internas aves;
Sobre la piel, curtida
De humanos aires
Mariposas inquietas
Sus alas baten;
Savia de rosa enciende
Las muertas carnes!
Y yo doy los redondos
Brazos fragantes,
Por dos brazos menudos
Que halarme saben,
Y a mi pálido cuello
Recios colgarse.
Y de místicos lirios
Collar labrarme!
¡Lejos de mí por siempre.
Brazos fragantes!
MI CABALLERO
Por las mañanas
Mi pequeñuelo
Me despertaba
Con un gran beso.
Puesto a horcajadas
Sobre mi pecho,
Bridas forjaba
Con mis cabellos.
Ebrio él de gozo,
De gozo yo ebrio,
Me espoleaba
Mi caballero:
¡Qué suave espuela
Sus dos pies frescos!
¡Cómo reía
Mi jinetuelo!
Y yo besaba
Sus pies pequeños.
¡Dos pies que caben
En sólo un beso!
MUSA TRAVIESA
¿Mi musa? Es un diablillo
Con alas de ángel.
¡Ah, musilla traviesa.
Que vuelo trae!
Yo suelo, caballero
En sueños graves,
Cabalgar horas luengas
Sobre los aires.
Me entro en nubes rosadas.
Bajo a hondos mares,
Y en los senos eternos
Hago viajes.
Allí asisto a la inmensa
Boda inefable,
Y en los talleres huelgo
De la luz madre:
Y con ella es la oscura
Vida, radiante
Y a mis ojos los antros
Son nidos de ángeles!
Al viajero del cielo
¿Qué el mundo frágil?
Pues ¿no saben los hombres
Qué encargo traen?
¡Rasgarse el bravo pecho,
Vaciar su sangre.
Y andar, andar heridos
Muy largo el valle.
Roto el cuerpo en harapos.
Los pies en carne,
Hasta dar sonriendo
-¡No en tierra! -exánimes!
Y entonces sus talleres
La luz les abre,
Y ven lo que yo veo:
¿Qué el mundo frágil?
Seres hay de montaña,
Seres de valle,
Y seres de pantano
Y lodazales.
De mis sueños desciendo.
Volando vanse.
Y en papel amarillo
Cuento el viaje.
Contándolo, me inunda
Un gozo grave:
Y cual si el monte alegre,
Queriendo holgarse
Al alba enamorando
Con voces ágiles
Sus hilillos sonoros
Desanudase,
Y salpicando riscos,
Labrando esmaltes
Refrescando sedientas
Cálidos cauces,
Echáralos risueños
Por falda y valle,
Así, al alba del alma
Regocijándose,
Mi espíritu encendido
Me echa a raudales
Por las mejillas secas
Lágrimas suaves.
Me siento, cual si en magno
Templo oficiase;
Cual si mi alma por mirra
Vertiese al aire;
Cual si en mi hombro surgieran
Fuerzas de Atlante;
Cual si el Sol en mi seno
La luz fraguase:
Y estallo, hiervo, vibro;
Alas me nacen!
Suavemente la puerta
Del cuarto se abre,
Y éntranse a él gozosos
Luz, risas, aire.
Al par da el Sol en mi alma
Y en los cristales:
¡Por la puerta se ha entrado
Mi diablo ángel!
¿Qué fue de aquellos sueños,
De mi viaje,
Del papel amarillo,
Del llanto suave?
Cual si de mariposas,
Tras gran combate,
Volaran alas de oro
Por tierra y aire,
Así vuelan las hojas
Do cuento el trance.
Hala acá el travesuelo
Mi paño árabe;
Allá monta en el lomo
De un incunable;
Un carcaz con mis plumas
Fabrica y átase;
Un sílex persiguiendo
Vuelca un estante,
Y ¡allá ruedan por tierra
Versillos frágiles,
Brumosos pensadores,
Lópeos galanes!
De águilas diminutas
Puéblase el aire:
¡Son las ideas, que ascienden,
Rotas sus cárceles!
Del muro arranca, y ciñese
Indio plumaje:
Aquella que me dieron
De oro brillante
Pluma, a marcar nacida
Frentes infames
De su caja de seda
Saca, y la blande:
Del Sol a los requiebros
Brilla el plumaje,
Que baña en áureas tintas
Su audaz semblante.
De ambos lados el rubio
Cabello al aire,
A mí súbito viénese
A que lo abrace.
De beso en beso escala
Mi mesa frágil;
¡Oh, Jacob, mariposa,
Ismaelillo, árabe!
¿Qué ha de haber que me guste
Como mirarle
De entre polvo de libros
Surgir radiante,
Y, en vez de acero, verle
De pluma armarse,
Y buscar en mis brazos
Tregua al combate?
Venga, venga, Ismaelillo;
La mesa asalte,
Y por los anchos pliegues
Del paño árabe
En rota vergonzosa
Mis libros lance,
Y siéntese magnífico
Sobre el desastre
Y muéstreme riendo,
Roto el encaje
-¡Qué encaje no se rompe
En el combate!-
Su cuello, en que la risa
Gruesa onda hace!
Venga, y por cauce nuevo
Mi vida lance,
Y a mis manos la vieja
Péñola arranque,
Y del vaso manchado
La tinta vacíe!
¡Vaso puro de nácar:
Dame a que harte
Esta sed de pureza:
Los labios cánsame!
¿Son éstas que lo envuelven
Carnes, o nácares?
La risa, como en taza
De ónice árabe,
En su incólume seno
Bulle triunfante:
¡Hete aquí, hueso pálido,
Vivo y durable!
Hijo soy de mi hijo!
El me rehace!
Pudiera yo, hijo mío,
Quebrando el arte
Universal, muriendo,
Mis años dándote,
Envejecerte súbito,
La vida ahorrarte!
Mas no: que no verías
En horas graves
Entrar el Sol al alma
Y a los cristales!
Hierva en tu seno puro
Risa sonante:
Rueden pliegues abajo
Libros exangües:
Sube, Jacob alegre,
La escala suave:
Ven, y de beso en beso
Mi mesa asaltes:
¡Pues esa es mi musilla,
Mi diablo ángel!
¡Ah, musilla traviesa,
Qué vuelo trae!
MI REYECILLO
Los persas tienen
Un rey sombrío;
Los hunos foscos
Un rey altivo;
Un rey ameno
Tienen los íberos;
Rey tiene el hombre,
Rey amarillo:
¡Mal van los hombres
Con su dominio!
Mas yo vasallo
De otro rey vivo,
Un rey desnudo,
Blanco y rollizo:
Su cetro -un beso!
Mi premio -un mimo!
Oh! cual los áureos
Reyes divinos
De tierras muertas,
De pueblos idos
-¡Cuando te vayas
Llévame, hijo!-
Toca en mi frente
Tu cetro omnímodo;
Úngeme siervo,
Siervo sumiso:
¡No he de cansarme
De verme ungido!
¡Lealtad te juro,
Mi reyecillo!
Sea mi espalda
Pavés de mi hijo;
Posa en mis hombros
El mar sombrío:
Muera al ponerte
En tierra vivo:
Mas si amar piensas
El amarillo
Rey de los hombres,
¡Muere conmigo!
¿Vivir impuro?
¡No vivas, hijo!
PENACHOS VIVIDOS
Como taza en que hierve
De transparente vino
En doradas burbujas
El generoso espíritu;
Como inquieto mar joven
Del cauce nuevo henchido
Rebosa, y por las playas
Bulle y muere tranquilo;
Como manada alegre
De bellos potros vivos
Que en la mañana clara
Muestran su regocijo,
Ora en carreras locas,
O en sonoros relinchos,
O sacudiendo el aire
En crinaje magnífico;
Así mis pensamientos
Rebosan en mí vívidos,
Y en crespa espuma de oro
Besan tus pies sumisos,
O en fúlgidos penachos
De varios tintes ricos,
Se mecen y se inclinan
Cuando tú pasas -hijo!
HIJO DEL ALMA
¡Tú flotas sobre todo,
Hijo del alma!
De la revuelta noche
Las oleadas,
En mi seno desnudo
Déjante el alba;
Y del día la espuma
Turbia y amarga,
De la noche revuelta
Te echa en las aguas.
Guardiancillo magnánimo,
La no cerrada
Puerta de mi hondo espíritu
Amante guardas;
Y si en la sombra ocultas
Búscanme avaras,
De mi calma celosas,
Mis penas varias,
En el umbral oscuro
Fiero te alzas,
Y les cierran el paso
Tus alas blancas!
Ondas de luz y flores
Trae la mañana,
Y tú en las luminosas
Ondas cabalgas.
No es, no, la luz del día
La que me llama,
Sino tus manecitas
En mi almohada.
Me hablan de que estás lejos:
¡Locuras me hablan!
Ellos tienen tu sombra;
¡Yo tengo tu alma!
Esas son cosas nuevas,
Mías y extrañas
Yo sé que tus dos ojos
Allá en lejanas
Tierras relampaguean,
Y en las doradas
Olas de aire que baten
Mi frente pálida,
Pudiera con mi mano,
Cual si haz segara
De estrellas, segar haces
De tus miradas:
¡Tú flotas sobre todo,
Hijo del alma!
AMOR ERRANTE
Hijo, en tu busca
Cruzo los mares:
Las olas buenas
A ti me traen:
Los aires frescos
Limpian mis carnes
De los gusanos
De las ciudades;
Pero voy triste
Porque en los mares
Por nadie puedo
Verter mi sangre.
¿Qué a mí las ondas
Mansas e iguales?
¿Qué a mí las nubes,
Joyas volantes?
¿Qué a mí los blandos
Juegos del aire?
¿Qué la iracunda
Voz de huracanes?
A éstos, ¡la frente
Hecha a domarles!
A los lascivos
Besos fugaces
De las menudas
Brisas amables,
Mis dos mejillas
Secas y exangües,
De un beso inmenso
Siempre voraces!
Y ¿a quién, el blanco
Pálido ángel
Que aquí en mi pecho
Las alas abre
Y a los cansados
Que de él se amparen
Y en él se nutran
Busca anhelante?
¿A quién envuelve
Con sus suaves
Alas nubosas
Mi amor errante?
¡Libre de esclavos
Cielos y mares,
Por nadie puedo
Verter mi sangre!
Y llora el blanco
Pálido ángel:
¡Celos del cielo
Llorar le hacen,
Que a todos cubre
Con sus celajes!
Las alas níveas
Cierra, y ampárase
De ellas el rostro
Inconsolable:
Y en el confuso
Mundo fragante
Que en la profunda
Sombra se abre,
Donde en solemne
Silencio nacen
Flores eternas
Y colosales,
Y sobre el dorso
De aves gigantes
Despiertan besos
Inacabables,
Risueño y vivo
Surge otro ángel!
SOBRE MI HOMBRO
Ved: sentado lo llevo
Sobre mi hombro:
Oculto va, y visible
Para mí sólo:
El me ciñe las sienes
Con su redondo
Brazo, cuando a las fieras
Penas me postro:
Cuando el cabello hirsuto
Yérguese y hosco,
Cual de interna tormenta
Símbolo torvo,
Como un beso que vuela
Siento en el tosco
Cráneo: su mano amansa
El bridón loco!
Cuando en medio del recio
Camino lóbrego,
Sonrío, y desmayado
Del raro gozo,
La mano tiendo en busca
De amigo apoyo,
Es que un beso invisible
Me da el hermoso
Niño que va sentado
Sobre mi hombro.
TÁBANOS FIEROS
¡Venid, tábanos fieros,
Venid, chacales,
Y muevan trompa y diente
Y en horda ataquen,
Y cual tigre a bisonte
Sítienme y salten!
Por aquí verde envidia!
Tú, bella carne,
En los dos labios muérdeme:
Sécame, mánchame!
Por acá, los vendados
Celos voraces!
Y tú, moneda de oro
Por todas partes!
De virtud mercaderes,
Mercadeadme!
Mató el Gozo a la Honra:
Venga a mí, y me mate!
Cada cual con sus armas
Surja y batalle:
El placer, con su copa:
Con sus amables
Manos, en mirra untadas,
La virgen ágil;
Con su espada de plata,
El diablo bátame:
La espada cegadora
No ha de cegarme!
Asorde la caterva
De batallantes:
Brillen cascos plumados
Como brillasen
Sobre montes de oro
Nieves radiantes:
Como gotas de lluvia
Las nubes lancen
Muchedumbre de aceros
Y de estandartes:
Parezca que la tierra,
Rota en el trance
Cubrió su dorso verde
De áureos gigantes:
Lidiemos, no a la lumbre
del sol suave.
Sino al funesto brillo
De los cortantes
Hierros: rojos relámpagos
La niebla tajen:
Sacudan sus raíces
Libres los árboles:
Sus faldas trueque el monte
En alas ágiles:
Clamor óigase, como
Si en un instante
Mismo, las almas todas
Volando ex-cárceres.
Rodar a sus pies vieran
Su hopa de carnes:
Cíñame recia veste
De amenazantes
Astas agudas: hilos
tenues de sangre
Por mi piel rueden leves
Cual rojos áspides:
Su diente en lodo afilen
Pardos chacales:
Lime el tábano terco
Su aspa volante:
Muérdame en los dos labios
La bella carne:
Que ya vienen, ya vienen
Mis talismanes.
Como nubes vinieron
Esos gigantes:
¡Ligeros como nubes
Volando iránse!
La desdentada envidia
Irá, secas las fauces.
Hambrienta, por desiertos
Y calcinados valles,
Royéndose las mondas
Escuálidas falanges;
Vestido irá de oro
El diablo formidable,
En el cansado puño
Quebrada la tajante;
Vistiendo con sus lágrimas
Irá, y con voces grandes
De duelo, la Hermosura
Su inútil arreaje:
Y yo en el agua fresca
De algún arroyo amable
Bañaré sonriendo
Mis hilillos de sangre.
Ya miro en polvareda
Radiosa evaporarse
Aquellas escamadas
Corazas centelleantes:
Las alas de los cascos
Agítanse, debátense,
Y el casco de oro en fuga
Se pierde por los aires.
Tras misterioso viento
Sobre la hierba arrástranse,
Cual sierpes de colores,
Las flámulas ondeantes.
Junta la tierra súbito
Sus grietas colosales
Y echa su dorso verde
Por sobre los gigantes:
Corren como que vuelan
Tábanos y chacales,
Y queda el campo lleno
De un humillo fragante.
De la derrota ciega
Los gritos espantables
Escúchanse, que evocan
Callados capitanes;
Y mésase soberbia
El áspero crinaje,
Y como muere un buitre
Expira sobre el valle:
En tanto, yo a la orilla
De un fresco arroyo amable,
Restaño sonriendo
Mis hilillos de sangre.
No temo yo ni curo
De ejércitos pujantes,
Ni tentaciones sordas,
Ni vírgenes voraces:
El vuela en torno mío,
El gira, él para, él bate;
Aquí su escudo opone;
Allí su clava blande;
A diestra y a siniestra
Mandobla, quiebra, esparce;
Recibe en su escudillo
Lluvia de dardos hábiles;
Sacúdelos al suelo,
Bríndalo a nuevo ataque,
¡Ya vuelan, ya se vuelan
Tábanos y gigantes!
Escúchase el chasquido
De hierros que se parten;
Al aire chispas fúlgidas
Suben en rubios haces;
Alfómbrase la tierra
De dagas y montantes;
¡Ya vuelan, ya se esconden
Tábanos y chacales!
El como abeja zumba,
El rompe y mueve el aire,
Detiénese, ondea, deja
Rumor de alas de ave:
Ya mis cabellos roza
Ya sobre mi hombro párase;
Ya a mi costado cruza;
Ya en mi regazo lánzase;
¡Ya la enemiga tropa
Huye, rota y cobarde!
¡Hijos, escudos fuertes,
De los cansados padres!
¡Venga mi caballero,
Caballero del aire!
¡Véngase mi desnudo
Guerrero de alas de ave,
Y echemos por la vía
Y con sus aguas frescas
Bañe mi hilo de sangre!
¡Caballeruelo mío!
¡Batallador volante!
TÓRTOLA BLANCA
El aire está espeso
La alfombra manchada,
Las luces ardientes,
Revuelta la sala;
Y acá entre divanes
Y allá entre otomanas,
Tropiézase en restos
De tules, o de alas!
Un baile parece
De copas exhaustas!
Despierto está el cuerpo,
Dormida está el alma!
¡Qué férvido el valse!
¡Qué alegre la danza!
¡Qué fiera hay dormida
Cuando el baile acaba!
Detona, chispea,
Espuma, se vacía,
Y expira dichosa
La rubia champaña:
Los ojos fulguran,
Las manos abrasan
De tiernas palomas
Se nutren las águilas;
Don Juanes lucientes
Devoran Rosauras;
Fermenta y rebosa
La inquieta palabra;
Estrecha en su cárcel
La vida incendiada,
En risas se rompe
Y en lava y en llamas;
Y lirios se quiebran,
Y violas se manchan,
Y giran las gentes,
Y ondulan y valsan;
Mariposas rojas
Inundan la sala,
Y en la alfombra muere
La tórtola blanca.
Yo fiero rehúso
La copa labrada;
Traspaso a un sediento
La alegre champaña;
Pálido recojo
La tórtola hollada;
Y en su fiesta dejo
Las fieras humanas;
Que el balcón azotan
Dos alitas blancas
Que llenas de miedo
Temblando me llaman.
VALLE LOZANO
Dígame mi labriego
¿Cómo es que ha andado
En esta noche lóbrega
Este hondo campo?
Dígame ¿de qué flores
Untó el arado,
Que la tierra olorosa
Trasciende a nardos?
Dígame ¿de qué ríos
Regó este prado,
Que era un valle muy negro
Y ora es lozano?
Otros, con dagas grandes
Mi pecho araron:
Pues ¿qué hierro es el tuyo
Que no hace daño?
Y esto dije, y el niño
Riendo me trajo
En sus dos mano blancas
Un beso casto.
MI DESPENSERO
¿Qué me das? ¿Chipre?
Yo no lo quiero:
Ni rey de bolsa
Ni posaderos
Tienen del vino
Que yo deseo;
Ni es de cristales
De cristaleros
La dulce copa
En que lo bebo.
Mas está ausente
Mi despensero
Y de otro vino
Yo nunca bebo.
ROSILLA NUEVA
¡Traidor! ¿Con qué arma de oro
Me has cautivado?
Pues yo tengo coraza
De hierro áspero.
Hiela el dolor: el pecho
Trueca en peñasco.
Y así como la nieve,
Del Sol al blando
Rayo, suelta el magnífico
Manto plateado,
Y salta en hilo alegre
Al valle pálido,
Y las rosillas nuevas
Riega magnánimo;
Así, guerrero fúlgido,
Roto a tu paso,
Humildoso y alegre
Rueda el peñasco;
Y cual lebrel sumiso
Busca saltando
A la rosilla nueva
Del valle pálido.